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Souvenirs d’un lieu cher, Mélodie. Piotr Ilich Tchaikovsky. Vídeo, letra e información.

Una composición dedicada a su mentora, la señora de Meck y a Brailovo, aquel lugar amado.

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En 1877, Piotr Ilich Tchaikovsky se casó con Antonina Milyukova, una antigua alumna suya del conservatorio que le había declarado su amor. A pesar de no quererla, por temor a acabar como su Eugene Onegin no rechazó el compromiso. Esta unión, frustrada desde el principio, fue la continuación de una vida tormentosa, de una persistente neurosis motivada por el miedo a una no reconocida homosexualidad, temible mácula para la época, cada vez más evidente para él y que había intentado ocultar con ese matrimonio.

En más de una ocasión, las continuas depresiones pusieron en peligro su salud física y mental, tan sólo atenuadas por los viajes, la composición y el amor y la fidelidad mostrada por su familia y sus amigos. A aquel círculo de amigos se uniría desde 1877 –el mismo año de su frustrado matrimonio y mientras se divorciaba- una gran admiradora del maestro, Nadezhda Filaretovna Frolovskaia von Meck, madre de once hijos tenidos con un ingeniero del que había enviudado recientemente. Gracias a su protección y generoso mecenazgo, Tchaikovsky pudo dedicarse a la actividad compositora con la intensidad necesaria para olvidarse de sus problemas. No sabemos con exactitud si fue por el carácter misántropo del compositor, pero resulta curioso que bienhechora y patrocinado no llegaran a conocerse en los cerca de 14 años que duraría una amistad mantenida por correspondencia.

Al año siguiente de que se conocieran, Tchaikovsky aceptó la invitación de la señora de Meck para pasar una temporada en la finca que ella poseía en Brailovo, Ucrania. Allí, tranquilo y rodeado por la naturaleza, compuso mucho, entre otras obras un regalo para la que se había convertido en su mejor amiga, dos de las piezas para viola y piano que más tarde se llamarán Souvenir d’un lieu cherRecuerdo de un lugar querido-, de la que hoy os traemos su tercer movimiento, Mélodie, interpretado al violín –nada más y nada menos que con el Guarneri del Gesù, Lord Wilton de 1742- por el violinista canadiense James Ehnes.

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Buenas canciones que te sacudan la monotonía. Algunas ya las habrás oído, otras serán nuevas. Ójala que con todas toquemos tu corazón.

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