Sinfonía Turangalila de Messiaen.
Un canto universal al amor pleno, largo, complejo, macizo, delicado y contundente.
Messiaen comenzó a escribir su Sinfonía Turangalila para piano, ondas Martenot y gran orquesta atendiendo a un encargo solicitado sin restricciones de ningún tipo por Serge Koussevitzky, director titular de la Orquesta Sinfónica de Boston y gran amante de la música contemporánea. El compositor francés comenzó a escribir su sinfonía en 1946 y la terminó tres años después. Por entonces, Messiaen trabajaba con los ritmos y melodías extraídos de uno de los más importantes textos musicológicos de la India, el Sangita Ratnakara escrito por Sarangadeva a finales del siglo XIII. De ahí, que la palabra sánscrita que titula la sinfonía esté formada por dos términos, turanga -movimiento, ritmo o desarrollo-, y lila -amor-, por lo que la obra, en palabras del compositor, significa al mismo tiempo canto de amor, himno a la alegría, tiempo, movimiento, ritmo, vida y muerte.
Para Messiaen, compositor creyente, heredero del impresionismo y estudioso de la música oriental, el reino terrenal está presidido por Dios, ángeles y santos que nunca son entidades abstractas, sino presencias físicas. Para Messiaen el amor es profundo, místico, ineludible, irreprimible, y también fatal, que trasciende a la muerte. Mira que el amor es fuerte: vida, no me seas molesta, escribiría Santa Teresa. Serán ceniza, mas tendrá sentido; polvo serán, mas polvo enamorado, escribiría Quevedo. Por eso, en ese podré morir, pero no morirá mi amor, el compositor francés explicó que el sentido último de su larguísima y compleja obra se reconoce un mito germánico en su origen aunque de trascendencia universal, la leyenda de Tristán e Isolda, una fábula sobre un amor ingobernable, ilimitado, más fuerte que todas las imposiciones sociales, un destino en si mismo que amenaza con destruir cualquier cosa que no sea él mismo. Una fábula que inspiró a muchos compositores, entre otros Richard Wagner. Y al igual que en el Tristán e Isolda del compositor alemán en la Sinfonía Turangalila encontramos el drama, la sombra, la tragedia, aunque Messiaen no renuncia a presentarlos bajo el manto de la esperanza.
La Sinfonía Turangalila es una obra hipnótica, granítica, delicada y contundente que para muchos es la obra más importante que se ha escrito en Francia en el siglo XX. Su estreno tuvo lugar en el Symphony Hall de Boston el 2 de diciembre de 1949 dirigido por un joven director llamado Leonard Bernstein, con Yvonne Loriod, futura esposa de Messiaen, como solista al piano y Ginette Martenot a las curiosas ondas Martenot, el instrumento electrónico con teclado, amplificador y válvulas diseñado en 1928 por su hermano Maurice.