Ravel, Rhodes y la Toccata de Le Tombeau de Couperin.
Una Toccata de Maurice Ravel con motivos y estilo característicos preciosismo francés del siglo XVIII trasladados al lenguaje del siglo XX.
Para comenzar con buen pie, abandonen la idea de traducir el título de esta suite para piano como La Tumba de Couperin. En la tradición musical francesa, tanto Tombeau como Apothéose, hacen referencia a las piezas vocales o instrumentales que durante el barroco se dedicaban a la memoria de un músico famoso. Como esta Le Tombeau de Couperin escrita por Maurice Ravel en los duros años de la Primera Guerra Mundial. O L’Apothéose composé à la mémoire immortelle de l’incomparable M. de Lully, compuesta por el propio François Couperin en 1725.
Aunque muchos encuadran a Ravel en el impresionismo, en realidad, si con algo rompe Ravel es con las clasificaciones conformes a la tradición. Y desde luego que no lo hace con el pasado musical de su país. Es más, Ravel se autoproclama hijo espiritual de Rameau y de Couperin, y no oculta sus preferencias por Mozart, el músico más perfecto de todos. Pero pesar de apoyarse en el clasicismo, Ravel no se sujeta al rigor clásico. No renuncia en sus investigaciones a hallar nuevos caminos, mirando al pasado, hacia un músico del barroco francés como parte de la búsqueda de una identidad musical nacional que en Francia había comenzado en el último tercio del siglo XIX.
Cada una de las seis piezas que componen Le Tombeau de Couperin está dedicada a la memoria de un amigo muerto en combate. La Toccata está dedicada a la memoria del capitán Joseph de Marliave, musicólogo y marido de Marguerite Long, la pianista que estrenó la obra el 11 de abril de 1911 en la Sala Gaveau de París. Muchos años después, la propia Marguerite escribiría… no se encuentran en ella ni quejas ni ritmo fúnebre; aparte de la dulce serenidad de la fuga, sólo reina la gracia, el movimiento, y ese amor por la vida que poseían estos jóvenes.
Le Tombeau de Couperin está formada por recuerdos. Por un lado, porque la Toccata viene de la palabra italiana tocar, y nació en norte de Italia en la mitad del siglo XVI originalmente para probar la afinación y estado de la tecla de clavecín u órgano antes de un concierto. De ahí que tenga pasajes rápidos, con improvisación y muestra de virtuosismo. Por otro lado, la misma disposición en forma de suite y los nombres de sus piezas revelan la intención de Ravel de ser un nexo de unión entre el barroco y el siglo XX. Además, hay momentos en los que los sonidos evocan instrumentos del pasado, en la Toccata, sugiriendo el sonido del clavecín.
Pero a pesar de los recuerdos, Ravel no deja de mostrarse nuevo y moderno, muy lejos del siglo XVIII. Basta con escuchar la toccata en las manos de James Rhodes para comprenderlo y persuadirnos de que Ravel es sólo Ravel y no imita.