La Piva de Kapsberger.
Kapsberger tuvo mucha culpa del desarrollo de la tiorba como instrumento solista.
Existen varios tratados de bailes italianos a través de los que conocemos algunos ejemplos de música de danza del siglo XV, entre ellos el De arte saltandi et choreas ducendi de Domenico da Ferrara y el Libro dell’arte del danzare de Antonio Cornazzano. En ellos aparecen básicamente danzas cortesanas, entre las que se encontraba la bassadanza, tonadas que servían de base a otras voces que podían escribirse o simplemente improvisarse. Además, éstas proporcionaban la música a diversos tipos de danzas relacionadas entre sí que sólo se diferenciaban en el ritmo. En Italia hubo cuatro, la bassadanza propiamente dicha, el saltarelo, la quaternaria y la piva. Esta última es una danza especialmente rápida, marcada por saltos y giros que aparece en la agrupación típica de danzas alla venetiana, una sucesión de pavana, saltarelo y piva, recogida por primera vez en el libro cuarto de Intabolatura de lauto de Joan Ambrosio Dalza en 1508, libro que, con otros tres del mismo autor, encabeza una larga lista de libros italianos para laúd.
En la primera mitad del siglo XVI la música instrumental fue cultivada en Italia como en ningún otro lugar de Europa. Tras los cuatro volúmenes de Dalza se produjo un verdadero florecimiento del laúd, ya que una gran cantidad de virtuosos publicaron no solo colecciones con música propia, sino también antologías con composiciones de otros contemporáneos. Sin embargo, hacia 1600, el laúd fue perdiendo su supremacía en Italia, puesto que el violín se convirtió con rapidez en el instrumento preferido de los virtuosos, y la tiorba y la guitarra española, mucho más fáciles de tocar que el laúd, el predilecto de los aficionados. La tiorba es un instrumento llamativo por su apariencia física, algo parecido a un laúd gigante con dos mástiles y ocho cuerdas bajas o bordones sin trastear, pero también atractivo de escuchar y que llegó a a ser un instrumento muy requerido para realizar el bajo continuo.
Aunque nacido en Alemania, uno de los compositores fundamentales en el desarrollo de la tiorba como instrumento solista es Giovanni Girolamo Kapsberger, noble veneciano de origen alemán que pasó gran parte de su vida en Roma. Allí, trabajó en el círculo de músicos cercanos al papa Urbano VIII, gran mecenas de las artes, antes –como cardenal Maffeo Barberini- y durante su pontificado. Kapsberger, que llegó a ser conocido como Il tedesco della tiorba, fundó una Academia musical frecuentada por la elite artística romana. Su obra, de incomparable originalidad, extremado refinamiento y altísimo nivel estilístico, se admira sobre todo en las piezas que compuso para laúd, archilaúd y tiorba: partitas, danzas y toccatas, además de Sinfonie, Arie Passeggiate y Villanelle.
La palabra piva significa gaita en italiano. Podemos escuchar el característico zumbido del continúo a lo largo de esta Piva recogida en el Libro quarto d’intavolatura di chitarrone que Kapsberger escribió hacia 1604. Un libro que sólo recoge música para tiorba solista, aunque ha sido adaptada por los músicos de Chatham Baroque para ser interpretada por un trío.