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La liturgia de cristal escrita por Messiaen para el fin del tiempo.

El Cuarteto para el fin del tiempo es un sobrecogedor y paradójico canto de esperanza compuesto en las peores circunstancias.

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El día 1 de septiembre de 1939, las tropas del III Reich invadieron Polonia y dos días después Francia e Inglaterra declararon la guerra a Alemania. El joven compositor francés Olivier Messiaen, que gozaba ya de cierta celebridad, fue inmediatamente movilizado. Después de ejercer diversas funciones ajenas al combate, en mayo de 1940 se encontraba en Verdún sirviendo como enfermero cuando se produjo el desplome del ejército francés, y fue capturado por las tropas de la Wehrmacht en un bosque cercano a Nancy. Trasladado al campo de prisioneros de Stalag VIIA, situado al norte de la ciudad bávara de Moosburg an der Isar, pasó cerca de un año padeciendo hambre y frío. Pero durante su duro cautiverio, un oficial alemán le facilitó clandestinamente papel pautado, lápices y gomas. Lejos de su hogar y para evadirse de la nieve, de la guerra, de la cautividad y de sí mismo, Messiaen decidió emprender la composición de un cuarteto, un sobrecogedor y paradójico canto de esperanza y de fe creado en las peores circunstancias.

El cuarteto para el fin del tiempo es una obra clave en la producción de Messiaen y en la historia de la música. En ella se puede apreciar los elementos típicos de la música de la primera mitad del siglo XX, y también otros novedosos que auguran el giro radical que sufriría la música después de la Segunda Guerra Mundial, en la que Messiaen interpretó el papel de maestro de sus principales impulsores. La obra consta de ocho movimientos. El porqué de este número, es explicado por el propio Messiaen en el prefacio de la obra, …siete es el número perfecto, la creación de seis días santificados por el sabbat divino; el siete de este reposo se prolonga en la eternidad convirtiéndose en el ocho de la luz indefectible, de la paz inalterable.

En el primer movimiento, Liturgia de cristal, el clarinete y el violín interpretan el canto de un mirlo y un ruiseñor. Messiaen estaba fascinado con el canto de los pájaros. Decía que los pájaros eran los mejores músicos y se consideraba a sí mismo tanto ornitólogo como compositor. En sus viajes por todo el mundo transcribía el canto de los pájaros, transcripciones que fueron un motivo muy utilizado por el compositor en un gran número de sus obras, entre ellas, Réveil des oiseaux, Catalogue d’oiseaux, Oiseaux exotiques, Chronochromie, La Nativité, Visions de l’Amen y este Quatuor Pour la Fin du Temps, donde el canto de los pájaros ilustra, según el propio Messiaen, el cielo, el libre vuelo de los ángeles, la luz... lo contrario del tiempo. En un título tan descriptivo como Tratado del ritmo, del color y de la ornitología el compositor amplió que …este tiempo, en el que vivimos, tiene que acabarse un día. En ese momento terrible, inaudito, los elegidos, como los ángeles, podrán participar, en cierta medida, de la eternidad. De ahí que la traducción correcta al castellano deba ser Cuarteto para el fin del Tiempo y no Cuarteto para el fin de los tiempos. Para Messiaen el fin del tiempo, no es el fin del mundo en cuanto fin de la humanidad sino la instauración del Reino de Dios, la entrada en la eternidad.

El Cuarteto para el Fin del Tiempo se interpretó por primera vez un gélido 15 de enero de 1941, ante cinco mil prisioneros de guerra y los guardias del campo de Stalag VIIIA. La plantilla de instrumentos se reducía al disponible en el campo en aquel momento, tocados por los prisioneros Henri Akoka al clarinete, Jean le Boulaire al violín, Étienne Pasquier al violonchelo y el propio Messiaen, tocando un viejo y destartalado piano vertical. Un hecho que explica la originalidad de esta obra compuesta por un autor que poco cultivó la música de cámara.

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