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El invierno según Haydn.

Con La Creación y Las Estaciones, Haydn salvó a la forma del oratorio de desaparecer a la llegada del romanticismo musical.

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Durante más de treinta años, Haydn fue Kapellmeister al servicio de los Esterházy, una distinguida familia de la nobleza austrohúngara. La corte principesca residía en invierno en su palacio de Eisenstadt, Viena, y en verano se trasladaba a sus dominios húngaros de Esterháza, localidad en la que el príncipe Nicolaus I el magnífico había hecho construir un inmenso palacio que tenía como modelo a Versalles.

La corte de los Esterházy era muy exigente: Haydn debía ofrecer todos los días un espectáculo con repertorio variado en función de los gustos del príncipe. Sin embargo, de no ser porque durante todo ese tiempo sobrellevó como pudo un desdichado matrimonio, podría decirse que Haydn fue feliz, considerándose suficientemente valorado y muy afortunado por tener asegurado el sustento al servicio de una familia noble.

En 1790 murió el príncipe Nicolaus y lo sucedió su hijo Paul Anton, que al contrario que su antecesor, estaba poco interesado en la música. A Haydn lo mantuvo formalmente como Kapellmeister de una orquesta de la que despidió a casi todos sus músicos. Le siguió pagando su sueldo pero le dio permiso para ejercer como músico independiente. Haydn partió inmediatamente hacia Viena, donde comenzó a recibir ofertas. Entre ellas elige una, marcharse a Londres.

Después de su fructífero periplo londinense, Haydn decide instalarse denitivamente en Viena. Había muerto el príncipe Paul Anton, y le había sucedido Nicolaus II, melómano como su abuelo, pero más que nada le gustaba música religiosa. Haydn era un hombre profundamente religioso, cerraba sus obras con la expresión laus deo y solía rezar el rosario cuando le faltaba la inspiración. La audición de los oratorios de Haendel durante su estancia en Londres supuso un impacto muy profundo.

En Londres, había dado con un libreto sobre la creación del mundo basado en El paraíso perdido de John Milton, texto que traducido al alemán por el Barón Gottfried van Swieten dio lugar al oratorio La Creación, estrenado el 29 de abril de 1798. A este oratorio le siguió el de Las estaciones, entre ellas el invierno, con texto tomado del poema homónimo de James Thomson, que tomaba precisamente El paraíso perdido de Milton como modelo, también traducido por el Barón van Swieten. Ambos oratorios estaban unidos como primera y segunda parte de una trilogía que debía completarse con un tercer oratorio, El Juicio Final, obra que nunca se llevó a cabo.

En ambos oratorios, el papel de van Swieten no se limitó al de un simple libretista o traductor. El barón se encargó de adaptarlos a los conceptos de la Ilustración, la Aufklärung alemana de finales de siglo XVIII, época en que los ideales ilustrados empezaban a ser considerados caducos frente a los nuevos vientos del Romanticismo. Pero a ojos de Haydn, el texto presentado por van Swieten carecía de cualquier chispa de genialidad. Al contrario que en la Creación, que se partía de un libreto ya preparado y que sólo hubieron de adaptar ligeramente, el pésimo libreto de las Estaciones surgió integro de la nula capacidad poética de van Swieten.

En cualquier caso, ambos oratorios aseguraron la supervivencia de la forma oratorio a lo largo del romanticismo, género descuidado por los compositores clásicos y que había entrado en franca decadencia.

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