Una tarde.
Una tarde ó 501, pero todas especiales. Diversión, complicidad y bálsamo para el vivir acelerado.
Podría ser una tarde cualquiera, pero cada tarde con Teresa tiene su propio relato. El que escribimos ella y yo a partir de las cinco. Todos guardados a buen recaudo porque forman parte de nuestra historia.
Y las de esta semana han sido especiales. Si os preguntáis por qué, la respuesta está en los días, porque llevábamos más de siete sin vernos, así que imaginaos la intensidad de cada momento.
La semana comenzó con lista de recados: pendientes nuevos (los terceros en dos meses), y algo de compra, nos entretuvieron hasta llegar a casa. Trayectos con ella en brazos, y tramos en los que para Teresa andar formaba parte de la diversión.
El martes, deberes. Cartulina, papel celofán y de seda en color azul, y uno de esos paquetes de algodón continuo, nos sirvieron para decorar una nube. Yo recortaba y pegaba trocitos de papel sobre el dibujo, mientras ella rellenaba con un lápiz un par de círculos que le había dibujado en un Din A4. De fondo Rosa León en Spotify.
El miércoles tuvimos cita en la peluquería. Su pelo aún fino y cada día más rubio, ya cubría sus orejitas, y se rebelaba al llegar al cuello. Su cara de sorpresa y una querencia natural a los cepillos y los peines, hicieron que cortarle el pelo fuera una experiencia de esas de “coser y cantar”. Se miraba al espejo, y a ratos cogía el peine y hacía lo propio sobre ese flequillo que enmarca su cara.
Y llegó el final de la semana y con la lluvia como compañera, decidimos que lo mejor era jugar en casa con Mickey, los nenes, las piezas de puzzle gigante, su mini vespa de madera y esos juegos que le encantan de meter y sacar piezas cilíndricas, cuadras, triangulares y rectangulares.
Tardes de mucha complicidad que acababan con juegos en la bañera, un biberón que preparábamos a medias, y un acunarla que hemos convierto en nuestros últimos abrazos del día. O lo que es lo mismo, disfrutar con su compañía, que es bálsamo para este, nuestro vivir acelerados.