La reina de las galletas.
Porque la categoría de monstruo se la seguimos dejando a Triki.
Estas fechas nos ponen a todos los pilas. Es un empezar en diciembre y terminar en enero que más que tiempo de descanso, es torbellino de todo. Fiestas, belenes, regalos, abetos, visitas, cenas, comidas, almuerzos… Y tras esta debacle, un poco de estar. De estar con los tuyos, entre los tuyos, compartiendo tiempo, que parece increíble con tanto trajín, pero se hace y se tiene. Tiempo digo.
Un galopar el mes entre unas cosas y otras, que aún con la lengua fuera, permite planificar. Nosotras planificamos el día de las galletas. Sólo recuerdo haber hecho cookies unas cuatro o cinco veces en mi vida. Nada elaborado, ya saben, un mezclar los ingredientes con esas pepitas de chocolate, que quedan a la mitad en un repartir descompasado entre la masa y el estómago.
Pero esta vez fue diferente. No sólo era masa, no sólo era amasar y mezclar. Compramos moldes, y entre un árbol, una estrella, un corazón, el típico muñequito, una campana, y así hasta 10 formas, llenamos dos bandejas de horno.
La receta:
260 gr de harina
150 gr de mantequilla
100 gr de azúcar moreno
1 cucharadita de canela en polvo
1 huevo
Sal
La anécdota: que si no llega a ser por unas manos caritativas y bastantes gramos más de harina, la masa hubiera tenido una vida bastante más corta. El resultado: un plato de esos grandes y brillantes, que tras su fondo negro cedía protagonismo a los colores de los Lacasitos, y de los lápices pasteleros de Dr.Oetker. También hubo pepitas, sí, y también quedaron a la mitad, porque Teresa y yo hicimos lo propio, incluso con los Lacasitos, que el gusto por el chocolate es algo que compartimos.
Y como consecuencia un reinado, el de las galletas, el de nuestras galletas, que si ella me deja, gustosa lo comparto, porque en cuestiones de dulce digamos que le llevo algo de ventaja.