Acortando distancias.
Nuevos tiempos. Nuevas fórmulas. Para conectar lugares y personas, en el pasar de los días.
Ahora que es época de emprender y que las oportunidades están ahí afuera, no hay tiempo para hacer altos en el camino. La fórmula es clara, mirar hacia delante, proyectar y cuidar cada paso del trayecto.
Los nuevos retos están ahí, todo es cuestión de itinerarios y de límites geográficos. Y a veces estos últimos se hacen mundos. Pero en cuestión de mundos ya sabemos que en estos momentos todo anda conectado, y que lo que antes eran travesías insalvables, ahora son distancias cortas, muy cortas.
Que no es nuestro caso. Ni que ver tiene. Que 431 kilómetros no es nada, que febril la mirada, errante en las sombras te busca y te nombra, vivir… que decía la canción. Porque una semana después, ese echar de menos que es un vivir a suspiros, lo es menos gracias a eso de poder ponernos cara en las llamadas.
Y así cada mañana, cada día, a eso de las ocho y media, el tono de teléfono antiguo anticipa el encuentro virtual. Y al otro lado de la pantalla, Teresa, de uniforme, con un pañito al cuello, en su trona, y en su mano un trocito de pan con aceite o la mitad de una galleta.
La primera vez fue extraño, más para ella que para mí. Que debió pensar que aquello que veía era un vídeo, una imagen grabada, porque en nuestra primera conversación apenas interactuó. Miraba atenta, decía “Papá, ¿Mamá?», que yo interpretaba como un “¿en dónde está?”. Pero las siguientes… la siguientes han sido muy divertidas. Le pregunto, me responde a su manera, con gestos y mucho movimiento. Anda, coge cosas, me las enseña y mientras, llena de besos el teléfono.
Diez minutos de conversación que alimentan los días, que acortan kilómetros, tiempos y afectos perdidos. Diez minutos de imágenes imborrables que guardo como trocitos de tiempo y que consiguen que este abrirse camino no resulte tan costoso.
*Más de las ilustraciones de Adara