Un cadáver a la deriva.

La tela de araña tejida por Ewen Montagu que cambió el rumbo de la Segunda Guerra Mundial.

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Otoño de 1942, El Alamein. Con la derrota del Afrika Korps del mariscal Rommel por parte del Octavo Cuerpo del Ejército Británico del General Montgomery, Gran Bretaña se aseguraba el control del petróleo de Oriente Medio así como la ruta que mantenía con la India y sus colonias del Extremo Oriente a través del Canal de Suez. Mientras tanto, el general Eisenhower y sus tropas habían desembarcado en las playas del norte de África occidental, haciéndose con el control de Casablanca, Argel y Orán, ciudades hasta entonces en manos de la Francia colaboracionista de Vichy. Fue entonces cuando los aliados convinieron abrir un segundo frente en Europa, posibilidad temida por el alto mando alemán desde el principio de la Blitzkrieg, más aún cuando el frente oriental se encontraba en franco retroceso tras la devastadora campaña de Stalingrado. Convencidos de su superioridad, los norteamericanos ansiaban desembarcar en Normandía, pero los británicos, más prudentes y menos bisoños, no estaban dispuestos a asumir los riesgos de una invasión prematura a través del Canal de la Mancha y apostaban por Sicilia, Cerdeña y el sur de Grecia.  En la Conferencia de Casablanca de enero de 1943 decidieron que Sicilia sería el objetivo, con una situación geoestratégica como cabeza de puente para la futura invasión de la península itálica y asegurando las rutas de suministro aliadas hacia oriente y hacia la URSS a través de Irán. Pero antes había que convencer a Hitler de que el desembarco aliado en Europa sucedería en otro lugar.

Para ello, un miembro de la División de Inteligencia Naval del Almirantazgo británico, el capitán de corbeta Ewen Montagu, ideó un plan al que denominó MincemeatCarne Picada-. La operación consistió en hacer llegar a las costas de Huelva el cadáver de un supuesto piloto de los Royal Marine con un maletín que portaba tres comunicados entre distintos miembros del alto mando británico con información confidencial, aunque falseada. Tres misivas escritas en un tono más o menos informal en las que se hacían veladas referencias a Cerdeña y al Peloponeso griego, y en las que el objetivo real, Sicilia, serviría para desviar la atención del enemigo.

Aún hoy, la versión oficial del gobierno británico sobre la procedencia del cadáver es ambigua. Se habla de un vagabundo galés fallecido en el hospital de St. Pancras de neumonía, enfermedad cuyos efectos son muy parecidos a los de un ahogado. Pero también algunos investigadores hablan de la utilización de uno de los casi 400 marinos ahogados en el hundimiento fortuito del portaviones HMS Dasher. Con independencia de la procedencia del cuerpo, al cadáver hubo que proporcionarle una identidad. Le llamaron William Martin por ser un apellido muy común entre los Royal Marines, y le dieron rango de capitán en funciones de comandante. Católico, nacido en Gales, tenía 36 años en el momento de su fallecimiento. La foto de una chica en la playa, una carta de amor releída, y la factura de la joyería donde había adquirido un anillo de pedida, rebelaba la identidad de Pam, su novia fingida –en realidad, una agente del Servicio Secreto Militar-. También una notificación del Lloyd Bank reclamándole un descubierto, además de otras pertenencias preparadas para el engaño.

Huelva mantenía desde hacía años una amplia comunidad inglesa y alemana, ambas relacionadas con los importantes intereses comerciales derivados de la explotación de las minas de la franja pirítica. El ingeniero agrónomo onubense Adolfo Clauss era considerado el mejor espía alemán del sur de Europa y jefe de la Abwehr -inteligencia militar alemana- en la provincia donde, desde su finca de La Rábida, organizaba sabotajes contra los mercantes británicos atracados en el puerto. Actividades de espionaje y sabotaje, por otra parte, favorecidas de forma encubierta por el gobierno español que mantenía una posición de no beligerancia, pero no de estricta neutralidad. Además, Huelva estaba en la ruta aérea entre Inglaterra, Gibraltar y el cuartel general aliado en Argel, ruta especialmente frecuentada por los oficiales británicos que actuaban como correos de enlace. Un espía destacado en un lugar creíble para depositar el señuelo y hacerlo llegar con garantías de éxito a Berlín.

El 30 de abril de 1943, el submarino Serpa, después de 10 días de navegación desde su base en Escocia, depositó a William Martin en las tranquilas aguas del Atlántico frente a la costa de Punta Umbría. Poco después, la flota italo-germana navegaba rumbo al mar Egeo, dejando Sicilia desprotegida.

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