La Revolución más hermosa.

Hace cuarenta años se produjo la Revolución de los Claveles en Portugal, el último intento de revolución socialista en Europa occidental.

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¿Tiene un cigarrillo?, le dijo el soldado. Lo siento, no fumo, contestó Celeste, pero toma, trabajo en un restaurante que hoy cumple un año y el dueño nos ha mandado a comprar claveles para celebrarlo. Él lo cogió e introdujo el tallo por el cañón de su carabina. Entusiasmada por un gesto que en pocas horas daría la vuelta al mundo, Celeste ofreció otro, y otro y luego otro, hasta que repartió, bajo la mirada cómplice de los militares, los varios ramos de claveles que llevaba en las manos.

Así fue como después de años de intensa agitación, un golpe de estado militar destinado a derrocar la dictadura más longeva y represiva de Europa occidental, se transformó en la Revolución más hermosa, la más pacífica, el último intento de revolución socialista en Europa. Unas horas antes, en la madrugada del 25 de abril de 1974, Radio Renascença emitió una canción de Zeca Afonso… El pueblo es quien más ordena, tierra de fraternidad, en cada esquina un amigo, en cada rostro igualdad, Grândola, Vila Morena. Tintes revolucionarios como señal convenida para que una parte del ejército, conducido por ciento cuarenta y cuatro capitanes del Movimento das Forças Armadas y coordinados desde el cuartel de la Pontinha por el mayor Saraiva de Carvalho, ocuparan las calles de Santarém, Faro, Braga, Oporto y Lisboa.

Hacía trece años que el Estado Novo se encontraba enfrascado en una Guerra Colonial en África que no se podía ganar. Los gastos del ejército representaban una carga asfixiante para la economía y penalizaban la imprescindible modernización del Estado. Muchos jóvenes, forzados a cuatro largos y peligrosos años de servicio militar, preferían emigrar huyendo de la guerra y la miseria. Sin embargo, a pesar de la fuerte represión de la Polícia Internacional e de Defesa do Estado, la lucha contra el totalitarismo no había cesado desde mediados de los sesenta, y amplios sectores de la burguesía aspiraban abiertamente a una transición democrática.

Desencadenado el golpe, el pueblo, en su deseo irrefrenable de cambiar de vida, se lanzó a las calles desafiando las consignas del gobierno y de los militares sublevados que pedían a la población que esperaran noticias encerrados en casa. El alto rechazo al régimen no había sido previsto ni por el más optimista de los sublevados, que pronto se vieron superados. La movilización popular por el cese de envío de tropas y el fin de la guerra transcurrían, mientras que en África se rebelaban los soldados que, tirando las armas, reclamaban volver. La agitación popular aceleró la búsqueda de una solución política a la cuestión colonial, precipitando la disolución formal del Imperio portugués formado hacía cinco siglos.

Portugal se sacudió el miedo aquel 25 de abril de hace ahora cuarenta años. Después, durante el año y medio que duró el Processo Revolucionário em Curso, se sucedieron cinco gobiernos provisionales, dos Golpes de estado y un tercero que triunfaría el 25 de noviembre de 1975, cuando sectores moderados del ejército, apoyados por socialistas y socialdemócratas, apearon del poder a los militares revolucionarios. Con la Constitución de 1976 se inauguró la Tercera República Portuguesa, se culminó el proceso de descolonización en África, y los protagonistas de la Revolución desaparecieron de la escena, poco a poco siendo sustituidos, por una mayoría gris de burócratas mediocres cuando no corruptos.

Grândola, Vila Morena sigue siendo coreada en cada una de las manifestaciones que se celebran ahora, en un escenario de tensión y cansancio provocado por varios años de recesión, una alta tasa de paro y en medio de una vorágine interminable de ajustes presupuestarios. Posiblemente hoy, la octogenaria Celeste Martins Caseiro recuerde con nostalgia el gesto de aquel soldado que dio para siempre el nombre a la Revolución más hermosa.

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