Ramón Llull y la ciencia de la combinatoria.
Filósofo, poeta, místico, teólogo y misionero mallorquín, también beato.
Ramón o Raimundo Llull (1232-1315) es uno de los nuestros. Mallorquín, de padres catalanes, creció en una buena familia en medio del Mediterráneo, cuando una encrucijada de culturas, guerras, y religiones poblaban las islas mallorquinas, recién recuperadas para el Reino de Aragón.
De todos es conocido sus principios cortesanos como paje, tutor y senescal (o jefe de mayordomos y administrador) sucesivamente de quien llegaría a ser Jaime II.
También forma parte ya del saber popular que, tras una vida licenciosa, y tras darle en vida su herencia a su mujer e hijos, se dedicó al estudio profundo de la filosofía, la teología, las lenguas y la ciencia durante nueve años para poder entregarse a lo que sería su vida: ser un misionero entre infieles.
No obtuvo mucho reconocimiento entre las autoridades eclesiásticas, ni siquiera haciéndose franciscano. Pero él, brillante, incansable y pertinaz, siguió convirtiendo musulmanes y judíos a través del debate filosófico y teológico.
Lo que no es tan conocido es su enorme influencia en científicos como Leibniz, especialmente en lo que se conoce como Ars Combinatoria. Ambos científicos pensaban que la combinación de todos los conceptos, relaciones, atributos… que pueden ser ideados por la mente humana, acaban por describir y explicar el universo. No se me ocurre un pensamiento más hermoso. Un cuerpo finito que alberga una mente finita cuyo desempeño puede alcanzar la comprensión del infinito. Y para ello, ambos desarrollaron la parte de las matemáticas que llamamos combinatoria y que es precursora de la computación. Leibniz le reconoció el mérito, la genialidad y el trabajo esmerado al mallorquín y hay varios estudios acerca del tema.
Recuerdo los ejercicios escolares que empezaban «Considere un conjunto de 10 elementos tomados dos a dos, sin repetición…» y cómo, a partir de ahí, calculabas las permutaciones o las combinaciones. Nunca sospeché que un mallorquín medieval había iniciado ese estudio a partir de la idea de que los atributos de Dios (bondad, eternidad, gloria, grandeza, etc.) podían combinarse abriéndonos las puertas del conocimiento. Pero el razonamiento de Llull era casi poético. Porque él, que no en vano fue conocido como Doctor Iluminado, creía en a convergencia de la filosofía y la teología, fue literato y místico, matemático y alquimista, y según dicen, el inventor de la rosa de los vientos.
En un intento de ser entendido, Raimundo dibujó las posibilidades que resultaban de la combinatoria componiendo formas geométricas sofisticadas a partir de las esenciales (triángulo, cuadrado, circunferencia), que coloreaba de azul o de rojo y que dieron lugar a dibujos geométricos complejos y sorprendentes para un hombre del oscuro medioevo.
Si me regalaran la posibilidad de hacer tres viaje a través del tiempo, alguno lo emplearía en asistir a sus clases y ser, por un día al menos, su alumna.