Émilie de Châtelet, la científica cortesana.

Émile de Châtelet, los hombres de la divina Émile.

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Apenas vivió 43 años, pero fueron, sin duda, años vividos con mucha intensidad. Gabrielle Émilie Le Tonnelier de Breteuil, marquesa de Châtelet (11706-1749) fue la matemática más importante del siglo XVIII francés. Pero, además, representa a la mujer independiente, sin prejuicios y con carácter, prototipo universal a lo largo de la historia. Algunas alcanzan fama y distinción y otras permanecen en el anonimato, pero ninguna de ellas pasa desapercibida.

Y lo más curioso es que lo más habitual es que el principal apoyo de estas mujeres, su principal resorte y potenciador de su talento, sean hombres. No cualquier hombre, sino hombres inteligentes, que se enamoran de su talento y hacen lo posible para que lo desarrolle.

En el caso de Émilie, hay que destacar a su padre, oficial de la corte de LuisXIV, quien la educó exactamente igual que a sus cuatro hermanos varones, con una excepción, enseñó a la pequeña matemáticas y metafísica y a ellos no, porque Émilie estaba especialmente bien dotada para estas disciplinas. Trató de desarrollar todos los talentos de su hija, incluidos los físicos, de manera que la niña practicaba deportes para canalizar su enorme energía y vitalidad.

Entre sus maestros, fue amante de Maupertuis y Clairaut, el primero de los cuales ejerció una enorme influencia sobre ella y de quien aprendió mucho. La ciencia, entonces, estaba vetada indirectamente a las mujeres. Podías estudiar en casa, organizar salones donde invitar a científicos y debatir. Pero no estaba permitida la entrada ni en las Academias ni en los cafés, como el Café Gradot, donde solía encontrarse Maupertuis, estudiando y discutiendo. Allí fue donde Émilie entró vestida con ropas de hombre para entrevistarse con su amante y maestro y discutir de cuestiones de física y matemáticas.

También fue amante de nobles muy reputados de la corte como el duque de Richelieu y el joven oficial Jean-François de Saint-Lambert, de quien quedó embarazada de una niña entrados los cuarenta. Fue en ese parto en el que Émilie murió, acompañada por el padre de la niña, su marido y Voltaire.

Aunque en todas las lecturas de su biografía aparece Voltaire como el amante principal de la marquesa de Châtelet, yo no diría que fue solamente eso. La relación entre ambos iba mucho más allá. Él fue su maestro, pero ella llegó a ser una colaboradora en igualdad de condiciones, una «partenaire» insuperable con quien debatir y estudiar juntos los misterios de la física. Se ayudaron mutuamente y se quisieron también como amigos. Una muestra es que, cuando tras años de convivencia la relación de amantes se deterioró y Voltaire comenzó una relación con Madame Denis, siguieron viviendo juntos, en el castillo del marido de Émilie, hasta la muerte de ésta.

Finalmente está su marido, el marqués Florent-Claude de Chastellet (como se escribía originalmente el apellido). Se casaron cuando ella tenía 19 y él había sobrepasado los 30. Como militar, se ausentaba frecuentemente para cumplir con los deberes de su guarnición. Siempre fue tolerante con la pasión de Émilie por la ciencia y le permitió dedicarse a ella una vez que dio a luz a sus hijos. Tuvieron tres hijos, el menor de los cuales murió a los pocos meses. Émilie decidió no volver a ser madre. La vida es complicada y no deja de ser trágico que su final fuera precisamente en su cuarto parto. Cuando Émilie y Voltaire, en plena relación de pareja, se fueron a vivir juntos para estudiar y escribir, lo hicieron a uno de los castillos del marqués de Châtelet en Cirey, quien les visitaba con frecuencia. Ella murió de su mano.

Los logros científicos de la marquesa de Châtelet no son despreciables. Tradujo los Principios Matemáticos de Filosofía Natural de Newton, única traducción francesa de la obra, a la que añadió un importante prefacio. Cuando quedó embarazada mientras trabajaba en la traducción, la marquesa presintió que le llegaba el final y emprendió una carrera contrarreloj frente a la muerte. Trabajó sin descanso y acabó su traducción días antes de morir.

Tradujo La Fábula de las Abejas de Bernard de Mandeville, modificando algo la obra. Omitió algunas partes y en la introducción defendió el rol de la mujer en la ciencia y la necesidad de la educación femenina. Mantuvo serios y fructíferos debates entre quienes defendían a Descartes y los partidarios de Leibniz (como ella) y Newton, en lo referente a la teoría de las fuerzas vivas. Fue entonces cuando publicó la Disertación sobre la naturaleza y propagación del fuego (1739). Su obra más importante fue Instituciones de Física, en la que exponía el estado de la ciencia y los principales debates explicando y defendiendo sus posiciones. Fue la primera mujer en publicar en la Academia de Ciencias de París.

Sus logros y su figura se han visto deslucidos por su complicada vida amorosa y por las envidias que despertó entre hombres y mujeres de su época. La independencia de carácter unida al talento tiene un precio.

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