Los peces son cariñosos.

Él, mientras veíamos dibujos hechos por él y contábamos historias, me miró y me dijo “los niños vienen del sol”.

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Teresa se mira al espejo, se sorprende, pone los ojos muy abiertos y empieza a parlotear. Se acerca al cristal, sin dejar de sostener el marco de madera, lo lame y juega a darse coquitos. Yo la miro y pienso en qué estará pensando ella, trato de interpretar sus gestos, sus reacciones. Me río cuando parece que esté discutiendo con su reflejo, quizás le esté diciendo “deja de imitarme, ten tu propia personalidad, que lo mío me cuesta progresar día a día”.

Ya, ya sé que eso es mucho interpretar, pero es que en general es así. Tratamos de descifrar constantemente todas sus circunstancias, pero el problema está en que lo hacemos con nuestros parámetros, los de un adulto, y no nos damos cuenta de que ellos lo hacen bajo su experiencia de lo vivido, que de momento no es mucha, y generalmente es muy sorprendente.

Un ejemplo. El otro día mi hermana me contaba que la hija de una compañera de trabajo le pedía a su madre una nueva mascota. Ella encantada con la petición de su hija le preguntaba que qué quería, imaginando perros y gatos en todo su argumento. La sorpresa fue que lo que a ella le apetecía era un pez. ¿Un pez?-Le dijo su madre -pero si son animales que no hacen nada -le explicó. -¿Cómo que no mamá? Son muy bonitos y además muy cariñosos. -¿Cariñosos? -Sí mamá, sí, porque están siempre dando besos. No hace falta que os explique como mueven la boca los peces, para entender su disertación. Tan acertada, tan rotunda y tan llena de sentido.

Eso me hizo pensar en que la forma en la que ellos interpretan el mundo es a través de sus conocimientos, como nosotros lo hacemos con el nuestro. Y volví a recordar una conversación con mi hermano, que ahora cumple 20 años, pero que entonces era sólo un niño. Él, mientras veíamos dibujos hechos por él y contábamos historias, me miró y me dijo “los niños vienen del sol”. Mi carcajada fue sonora y su cara de incomprensión mayúscula. Entonces me puse seria, porque noté que le había molestado mi risa. Él lo decía muy en serio. Y aunque no pude sacarle una explicación, quizás que le hubiesen  hablado de las semillas, el sol y la fotosíntesis, le hicieron pensar que igual que crecían de esta manera las flores, los bebés también lo hacían en el vientre materno.

Es todo tan tierno y tan fuera de nuestro contexto interpretativo, que no sabéis las ganas que tengo de empezar a escuchar todas esas explicaciones que Teresa le buscará a su mundo conocido, desde sus pequeños conocimientos. Va a ser tan divertido.

La imagen de theyllwline.

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