45 minutos.

¿Quién dijo tiempo? A mí hace mucho que se me escapa entre los dedos.

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¿Quién dijo tiempo? A mí hace mucho que se me escapa entre los dedos. Y no me refiero sólo al tiempo que empleo en Teresa, que también, sino al tiempo que nos dedicamos a nosotros, el que intentamos pellizcar de aquí y allá para leer algo, ver la tele, tumbarnos al sol, o regalarnos algún capricho.

El mío, mi capricho, lo recibí hace tres días. Un espacio de tres cuartos de hora sólo para mí, cortesía de mis padres. Masaje terapéutico y relax que vino acompañado de una agradable charla.

Juan Carlos, mi masajista, resultó ser un gran conversador. Y contractura arriba, contractura abajo (ya les adelanté aquello de los achaques de madre), compartimos impresiones a cerca de la autoridad de los padres, la perspicacia de los bebés, y las forma de afianzar los lazos con los hijos a través de  los masajes.

Y claro él, con experiencia sobrada en el tema, me recomendaba un par de libros para aprender la técnica y saber más sobre las bondades de esta práctica, que confieso despertaron mi curiosidad.

Y como curiosidad se escribe con G de Google, pues eso. Casilla de búsqueda. Teclear: libro masajes para bebés. Resultados: 1.420.000. Con lo que no es difícil imaginar que tuve lectura para rato. Técnicas básicas, reflexología, aceites, cremas, y masaje Shantala, una práctica de origen hindú.

Fascinada me quedé. Y el libró lo adquiriré en breve, eso seguro, aunque aún estoy en esas del formato analógico o digital. De cualquier forma he de reconocer que fueron los 45 minutos de descanso mejor aprovechados de los últimos 8 meses. Mi espalda os lo puede confirmar y la sonrisa de Teresa cuando intento masajearla, previo paso por Youtube, también. Gran experiencia.

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