10 palabras para un cuento de Navidad.
Érase una vez 10 palabras que no pueden faltar en un cuento de Navidad, no al menos en nuestro cuento de Navidad...
Nada más lejos de nuestra intención que emular a Dickens, a quien admiramos, pero tal día como hoy, víspera de Nochebuena y con la Navidad a punto de llegar, no podemos menos que recopilar las 10 palabras que no pueden faltar en nuestro cuento de Navidad, son 10 palabras que encierran lo mejor de lo vivido este año, lo que queremos que se nos quede por dentro y lo que nos proponemos llevar con nosotros al próximo año.
Y es que nosotros no necesitamos a los fantasmas Scrooge para sentir la ilusión de la Navidad, nos basta con ver las luces de colores y escuchar los villancicos, con descubrir la emoción en las sonrisas de los niños y pecar sin remordimiento (o con él) endulzándonos la boca y la vida con un trozo de turrón.
En nuestro cuento de Navidad no puede faltar la vida, es más, la vida es lo primero y, tras ella, viene el domingo porque es el día de nuestro cuento, un domingo llego de ilusiones y oportunidades, también lleno de luz y con una gran estrella brillando en lo alto del cielo para indicarnos los caminos buenos; y para recorrer esos caminos nada como leer primero algunas historias que nos emocionen por dentro y colmen nuestro ánimo con la resilencia que nos hará persistir hasta convertir nuestros sueños en realidad al ritmo más armónico que es el que marca nuestro pentagrama.
Esas son nuestras 10 palabras para un cuento de Navidad que son en realidad 10 cuentos para una vida ¿quieres leerlos? a continuación los tienes todos…
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Estrella.
Érase una vez la historia de un año sin estrella. Berta Rivera Era una noche inusualmente clara para ser de invierno y desde su terraza, a pesar de las luces de la ciudad, podía ver un mundo de estrellas sobre su cabeza, había tantas como en la tierra pero las que brillaban en el suelo en lugar de hacerlo en el cielo no le gustaban tanto. . ... más información → - 210
Ilusiones.
Érase una vez la historia de las ilusiones perdidas que volvían a casa por Navidad... (o por casualidad). Berta Rivera Se vistió de mala gana y salió a la calle con su mal humor puesto, era domingo pero vivía a contrareloj como si fuera lunes ¿por qué? ¿por qué no era aquel domingo igual a tantos otros? ¿por qué no podía olvidar el reloj y sentir que el mundo dejaba de girar por unas horas? porque tenía visitas aquella tarde. . ... más información → - 310
Pentagrama.
Érase una vez la historia de una melodía inacabada, de una armonía extraña, de alguna nota discordante y de toda la emoción que encerraban. Berta Rivera Cogió su viejo cuaderno de música y revisó sus notas al margen y al pie, sus pequeñas chuletas, guías para ayudarle a recordar lo que significaban las notas de los pentagramas, nunca lo había entendido del todo, quizá por eso había conservado aquellos cuadernos del colegio, recordaba vagamente lo que significaban los números bajo las notas ¿eran algo así como la posición de los dedos en la flauta? puede que que sí. . ... más información → - 410
Leer.
Érase una vez la historia de alguien que sabía que había una lectura para cada momento, un momento para cada lectura y que siempre era momento de leer. Berta Rivera Leer para aprender y para entender, para crecer, para evadirse y para encontrarse; leer para comprenderse y consolarse, para abrirse nuevos caminos y reconciliarse con los inevitables de la vida; leer para divertirse y encontrar respuestas, también para descubrir nuevas preguntas; leer era la respuesta correcta para casi todas las cosas así que la cuestión no era nunca leer o no leer sino qué leer. Aquel domingo de principio de vacaciones lo tenía claro, se plantó delante de la estantería del salón repleta de libros hasta su último rincón y dijo en voz alta: 'cuéntame un cuento'. A veces huía de los cuentos como de la peste pero, curiosamente, siempre acababa volviendo a ellos, especialmente cuando, ya fuera por asuntos personales o profesionales, había dedicado largas horas de lectura al buen hábito (aunque no siempre placentero) de aprender... más información → - 510
Resiliencia.
Érase una vez una batalla más en la que la clave no estaba en la estrategia ni en la táctica sino en la resilencia. Berta Rivera Dejó caer media cucharadita de estevia en el café y la vio desaparecer en él, removió con insistencia hasta asegurarse de que leche, café y estevia eran sólo uno y dio un trago a su primer café del día; lo hizo mirando hacia el montón de informes, folletos y papeles que había sobre su mesa y preguntándose cuánta resiliencia habría en su carácter. . ... más información → - 610
Vida.
Érase una vez la historia de una vida, la de una niña que quería soñar, un niño que quería jugar y unos padres que sabían que vivir la vida era lo único importante. Berta Rivera El día de picnic estaba resultando de lo más interesante para la pequeña Antía, un nuevo día feliz en su vida; había recolectado moras y se las había comido (después de lavarlas en el río), también había corrido descalza en el campo de flores y bebido agua de una cantimplora; había alimentado a las hormigas a escondidas de su madre mientras se comía su bocadillo y ahora se disponía a descansar bajo un árbol; llevó consigo una toalla sobre la que tumbarse y también un cuento para leer porque estaba segura de que no se dormiría por más que su madre se lo recomendase, es más, pensaba estar muy atenta a todo lo que ocurría a su alrededor ¿y si, como a Alicia, se le cruzaba un conejo blanco con un reloj de bolsillo corriendo a toda prisa hacia un mundo fantástico?. Si fuera así ¿qué haría? lo seguiría, sin duda, pero lo haría con gran sigilo porque no querría acabar siendo objeto de los gritos desquiciados de la reina de corazones ¡qué le corten la cabeza!, no, eso no se lo diría a ella; lo que de verdad quería era conocer al sombrerero loco, a la liebre de mayo y a la propia Alicia; y así, dejand volar su imaginación y con un ojo en su cuento y otro mirando alrededor. ... más información → - 710
Oportunidades.
Érase una vez una historia de oportunidades, tipos oportunos y oportunistas. Berta Rivera Se acercó a la ventana y miró al cielo, aunque lo único que vio fue un manto de nubes grises entre las que resonaban los truenos y deslumbraban los rayos, estaba segura de que sobre ellas, a miles de kilómetros de distancia y muy lejos de su vista incluso en los días claros, los planetas estaban alineados, sólo eso explicaría la conjunción de líos que se había dado cita en su vida aquellos días. En su vida y más allá de ella porque, a la vista de los periódicos, el mundo no estaba mucho mejor; -Saturno, querido ¿puedes moverte un poco? ¿tal vez tú Venus de mis amores? ¿o tú Marte, no podrías irte con tus guerras a otra parte?- se rió de sí misma ante su imaginaria conversación con los planetas, era en realidad lo único que le quedaba ante tanto lío, inevitables todos y soportables sólo algunos, reir a mandíbula batiente hasta que su ánimo se dejara engañar lo justo para venirse arriba y hacerle así más llevadera la alineación planetaria que, antes o después, pasaría, siempre lo hacía. Claro que, aunque pasara más pronto que tarde, dejaría secuelas, también lo hacía siempre y entonces vendrían los reproches... más información → - 810
Caminos.
Érase una vez la historia de un cruce de caminos, uno fácil, otro difícil... Berta Rivera Apuró su botella de agua y se ajustó la gorra, miró hacia delante y se quedó pensativa ante el cruce de caminos, volvió a revisar el mapa y respiró hondo, no le serviría de nada enfadarse consigo misma pero lo cierto es que se había perdido; podía volver sobre sus pasos pero su cabezonería (y un toque de orgullo) le impedían hacerlo, seguiría adelante aunque fuese para perderse más. El camino de la derecha parecía subir por la ladera de la montaña al tiempo que la rodeaba, al tiempo que el de la izquierda marcaba una senda descendiente que parecía más fácil de recorrer. ... más información → - 910
Luz.
Érase una vez la historia de una luz intensa y cálida, primaveral en su esencia y anticipo de un largo y deseado verano. Berta Rivera Caminaba despacio, dejándose querer porque aquel cálido sol de media tarde que tanto se había resistido a llegar; el invierno había sido largo e intenso, oscuro, frío y por momentos incluso angustioso pero, con la misma alegría que se descubre la luz al final del túnel, el sol brillaba ahora en lo alto del cielo y lo hacía con la calidez que cabía exigirle al mes de mayo. La calle era un trasiego continuo de gente, como si el sol los hubiese citado a todos a la vuelta de la misma esquina, niños corriendo, abuelos paseando, padres y madres con el radar encendido el periscopio en alto para no perder de vista a sus pequeños locos bajitos. ... más información → - 1010
Domingo.
Érase una vez la historia de un domingo de hacer y pensar lo que se ponga en las ganas... Berta Rivera Se levantó temprano para ser domingo, claro que la noche antes también se había acostado temprano para ser sábado; no es que estuviera cansada, que también, sino la manía que practicaba cada vez con más empeño y convicción: hacer siempre, en la medida de lo racional y lo posible, lo que se le ponía en las ganas y nunca, siempre que pudiera evitarlo, lo que debía hacer según los tradicionales cánones culturales de su sociedad ni lo que debía hacer según las nuevas tendencias sociales en su mundo, es decir, obviaba las obligaciones con las que debía cumplir según la mentalidad de la generación de sus padres (y lo hacía con actos tan supuestamente revolucionarios como el de viajar sola) y obviaba en la misma medida las obligaciones con las que debía cumplir según la corriente buenista imperante (no creía que todo el mundo era bueno ni se consideraba merecedora de más derechos que los que se ganaba cada día y detestaba todo lo que terminaba con la frase 'de género' porque suponía, a su modo de ver y sentir, el fracaso más descarnado del feminismo, la pérdida de la guerra que habían librado miles de mujeres durante siglos, la igualdad se veía puesta en entredicho cada vez que alguien decía 'ministros y ministras' y moría un gatito cada vez que alguien se sacaba de la chistera 'palabros' como 'portavoza' o 'miembra' porque la igualdad pasaba irremediablemente por una sociedad de personas libres e iguales en derechos y obligaciones, no pasaba en modo alguno por una división que duraba ya siglos, la de hombres y mujeres, cada colectivo con derechos y obligaciones diferentes). Cada vez lo tenía más claro, hacer y decir lo que pensaba y sentía, teniendo en cuenta que su única religión era su libertad individual y el respeto hacia la de los demás, era un acto revolucionario. Madrugó en domingo, se plantó sus jeans y sus zapatillas y salió a pasear un día de otoño que parecía más bien de agosto; vio a su vecino, el dueño de uno de los pocos kioskos que todavía sobrevivían, colocando los periódicos y se acercó a comprar el suyo; siguió caminando y, casi si darse cuenta, llegó a la puerta del horno de pan que acababa de abrir sus puertas aunque el matrimonio que lo regentaba llevaba trabajando en él desde la madrugada; compró una bolsa de croissants pequeños recién horneados y decidió pasar por el café que había calle abajo para hacerse precisamente con eso, un café para llevar; el camarero la vio pasar a través de la cristalera de la calle y la saludó con la mano, para cuando entró y se acercó a la barra su café largo con leche de soja y estevia estaba casi listo... más información →