La Tempestad de Sibelius.
Es una de las últimas composiciones de Sibelius antes de su enigmático silencio final.
El hombre que no tiene música en sí, ni se emociona con la armonía de los dulces sonidos, es apto para las traiciones, las estratagemas y las malignidades; los movimientos de su alma son sordos como la noche y sus sentimientos tenebrosos como el Erebo. No os fiéis jamás de un hombre así. Escuchad la música.
El mercader de Venecia. William Shakespeare.
Shakespeare está considerado el mejor escritor en lengua inglesa de todos los tiempos y es, junto con Cervantes, uno de los pilares de la literatura universal. Del Bardo de Avon hemos heredado un legado atemporal, algunas de las obras más representadas en los escenarios de todo el mundo. Pero más allá de lo literario, Shakespeare es una fuente de inspiración para todas las artes, especialmente para la música. A Shakespeare, a sus obras y a sus personajes los encontramos en She never told her love de Haydn, en la obertura Sueño de una noche de verano de Mendelssohn y en la ópera de mismo título de Britten, en las óperas Macbeth, Otello o Falstaff de Verdi, en los Romeo y Julieta de Berlioz y Gounod, en la Obertura de concierto Otello de Dvorak, en las bandas sonoras de Enrique V, Hamlet y Ricardo III de Walton, en An Silvia de Schubert, y en las versiones de La Tempestad realizadas por Sullivan, Chaikovsky, Adès y Sibelius.
Jean Sibelius no es sólo el compositor más importante de su Finlandia natal sino el finlandés más famoso del siglo XX. Sibelius es un héroe nacional por haber logrado situar a su patria – un país que no conseguiría su independencia hasta 1917, primero luchando contra Suecia y después contra Rusia- en el panorama musical de la Europa de los nacionalismos de finales del XIX. Su música es fundamental para la formación de la identidad finlandesa. La mayor parte de su trabajo está inspirado en el Kalevala, la epopeya nacional finlandesa compilada en el famoso poema épico de Elias Lönnrot a partir de narraciones populares, leyendas y mitos ancestrales fineses.
Sin embargo, como buen amante del teatro, Sibelius compuso una docena de obras para la escena, algunas de ellas breves y ligeras, y otras de mayor compromiso expresivo. Pertenece a este último grupo una de las últimas composiciones de Sibelius antes de su enigmático silencio final fue la música incidental La Tempestad, op. 109, veinticinco números que Sibelius escribió entre 1925 y 1926 como música incidental para la representación en el Teatro Real de Copenhague del drama de William Shakespeare, en su primera traducción al danés de Edvard Menbcke, donde desarrolla un lenguaje singular y moderno, su mejor trabajo de música incidental.