Adiós, bye, au revoir.
Porque en la vida de Teresa no solo hay bienvenidas.
A la edad de Teresa hay muchos holas, muchas bienvenidas, que son actitudes propias de un crecer constante y pautado, casi de manual. Un primer hola a la vida, al que le siguen el uso del biberón, los primeros dientes, las papillas, el salado, los primeros pasos, las primeras palabras, y así un sin fin de nuevas situaciones que duran toda una vida, aunque después todo va más lento.
¿De nuestras últimas bienvenidas? Las que tienen que ver con su forma de expresarse, sus nuevos conocimientos, su relacionar constante que deriva en escenas adultas en tamaño mini generalmente acompañada de un séquito de muñecos y peluches varios.
Pero también es verdad que aún siendo tan pequeña ya ha tenido que decir adiós a muchas cosas, como el alimentarse a base de leche materna, los biberones, las papillas infantiles, el chupete, que nunca fue nada que quisiera, pero que hubo un día que dejó de estar entre sus pertenencias. Los zapatos sin suela, los pijamas hasta los pies, las capotas, la minicuna, y hace unos meses la cuna.
Algunas son un poco insustanciales, pero es verdad que hay otras que yo temía que fueran un drama… y nada que ver. De la cuna a la cama, pasó con absoluta convicción, sin echarla ni un poquito de menos, y la última, la que aún no os he contado, la del pañal, me tiene desconcertada.
Esta semana ha sido la primera, y yo que esperaba estar todo el día con la fregona en la mano, me he encontrado con que no sólo no ha sido así, sino que además ella lleva la iniciativa y sólo quiere ir al WC, nada de orinal.
Y así pasa los días, con sus braguitas nuevas de personajes animados, y absolutamente consciente de que los pañales sólo son para dormir.
Así que si todos los cambios son así, que vengan los que quieran.