Apartheid.
El problema racial que existió en Sudáfrica no comenzó en 1948 cuando se empezó a aplicar la doctrina del apartheid.
A pesar de que los navegantes portugueses conocían bien la costa meridional de África, fue la Compañía Holandesa de las Indias Orientales la que en 1652 estableció una base permanente de aprovisionamiento para los barcos que se dirigían hacia Oriente. Los colonos, que procedían de los Países Bajos, pero también de Alemania e incluían a hugonotes franceses que escaparon de las persecuciones religiosas europeas, se identificaron como burghers – ciudadanos – y después como Boers –campesinos–. Durante siglo y medio desarrollaron los rasgos distintivos de su nueva identidad como afrikáners, hablaban una lengua criolla del neerlandés llamada afrikáans, y los derechos individuales de la población dependían de la posición jerárquica que ocupaban dentro de la Compañía. Por un lado los colonos blancos y por otro las razas mixtas, los esclavos y la población indígena, los Khoisan.
Hasta que Gran Bretaña, siguiendo su proverbial olfato geoestratégico, se apoderó de El Cabo en 1814. Insatisfechos con la administración colonial británica, algunos Boers fundaron el Estado Libre de Orange y la República Independiente de Transvaal, repúblicas afrikáners que en 1902 también pasaron a manos británicas finalizada la Guerra de los Boers.
En 1910 Sudáfrica se convirtió en un Estado independiente dentro de la órbita británica y aunque desde la Guerra de los Boers existían tensiones y desconfianzas, afrikáners y británicos estaban unidos por la firme determinación de mantener a los no blancos sometidos permanentemente. Así, la Constitución de 1910, debatida y redactada en el Parlamento de Londres, reservó en la práctica todos los poderes políticos para la minoría blanca, a pesar de que voces en contra entre los comunes entendían que la Constitución pretendía unificar a las razas blancas y privar a las razas de color de un derecho político. Además, exhibiendo un execrable desprecio hacia la población negra, la minoría blanca se reservaba el 87% del territorio y la mayoría negra enviada y desarraigada hacia los eufemísticamente denominados territorios patrios. También impedía la libre circulación y prohibía a los negros vivir en ciudades, salvo para el servicio doméstico.
Cuando en 1948 el régimen del apartheid se institucionaliza, lo hace sobre la base de la Constitución de 1910, llevándose al extremo con la clasificación legal y sistemática de toda la población en blancos, mestizos, indios y negros. Además de imponer restricciones al ejercicio de las libertades civiles, el racismo de estado condicionó dónde podían nacer, vivir y trabajar e incluso el cementerio en el que serían enterrados.
Durante la Guerra Fría, a las antiguas potencias coloniales se sumaron las dos superpotencias surgidas de la Segunda Guerra Mundial, desencadenándose una auténtica lucha por el control de las rutas de acceso a las materias primas que, en el caso sudafricano, no eran nada desdeñables. El régimen racista controlaba el 50% de la industria y el 45% de la minería del continente, contaba con el 78% de las reservas mundiales de manganeso, el 49% del vanadio, el 75% del platino, el 81% del cromo, el 51 % del oro, además del cobre, el uranio y los diamantes de Namibia. Controlar África es controlar el mundo, dijo Nixon. En la primera mitad de los 70 se produjeron revoluciones en Madagascar y en Etiopía, y la descolonización portuguesa dio lugar al establecimiento de cinco regímenes marxistas, dos de los cuales, Mozambique y Angola, se hallaban peligrosamente próximos a la República Sudafricana. Todavía en los 80, Washington apoyaba a las guerrillas antimarxistas y mantenía sus Fuerzas de Despliegue Rápido para garantizar el acceso libre a los minerales sudafricanos.
El 21 de marzo de 1960 se produjo la Masacre de Sharpeville, donde la policía abrió fuego contra una manifestación, muriendo 69 personas. Hubiera sido una de tantas si todas las organizaciones sudafricanas involucradas en la lucha por la libertad no hubieran mantenido hasta entonces formas de lucha no violentas. Sin embargo, constituyó el punto de inflexión para que algunas de ellas, incluido el Congreso Nacional Africano liderado por Mandela, iniciaran la lucha armada como estrategia política. También para que comenzara el acoso exterior al régimen.
En el Juicio de Rivonia (1963-1964) se presentaron cargos por 193 atentados y tuvo como consecuencia la condena a cadena perpetua de muchos líderes negros, entre ellos Govan Mbeki, Walter Sisulu y el propio Nelson Mandela.
25 años después, Mandela preparó desde la cárcel una declaración antes de su primera reunión con el presidente Botha. En ella describía la resistencia de los africanos, entre los que incluía a los afrikáners, contra el imperialismo británico al tomar las armas en defensa de su libertad, y afirmaba que el movimiento de liberación recurrió a la violencia como una forma legítima de defensa contra un sistema de gobierno moralmente repugnante. La Guerra Fría estaba a punto de concluir. También el largo camino hacia la libertad.