Claude Shannon, el hombre que logró atrapar la información.
Lo mejor de Claude Shannon era su imaginación, su capacidad para poner en práctica lo que otros llamarían fantasías.
Tener amigos que saben más que tú es siempre un acierto. Además de ser fuente de cariño y estima, te permiten aprender de las conversaciones más nimias o de las charlas informales. En mi caso, a esas circunstancias, he de añadir las ocasiones en las que estos amigos sabios dan una conferencia. Entonces tomo apuntes religiosamente y los releo. Un ejemplo es la conferencia que John Müller, periodista de El Mundo, ha pronunciado hace unos días en CUNEF y a la que, por amistad, fui invitada. Por supuesto, acudí. Y tomé apuntes. Y así me vi conducida a reflexionar sobre la diferencia entre conocimiento e información. Diferencia que no solamente se refiere al conocimiento formal que aprendemos de libros o maestros. También incluía John Müller ese conocimiento disperso del que hablaba Friedrich Hayek. John se quejaba del poco interés que la teoría de la información ha despertado y despierta en nuestros días, y comenzó su charla partiendo de los orígenes. Nada me parece más atractivo. Y me presentó, en primer lugar, a un científico que yo desconocía: Claude E. Shannon (1916-2001), el padre de la teoría matemática de la información.
Los logros de Shannon no se aprecian en su totalidad a primera vista, pero el salto conceptual fue enorme. Contaba John Müller que, solamente tres años después de que Friedrich Hayek publicara su famoso artículo “El uso del conocimiento en la sociedad” (1945), Shannon publicaba el suyo: “A Mathematical Theory of Comunication” (Una teoría matemática de la comunicación,) en el que se planteaba la transmisión de la información y el medio como algo separado del contenido.
Si pensamos en la transmisión de una tonelada de caramelos, a cualquiera se le ocurriría meterlos en cajas más manejables, hacer paquetes con las cajas y lotes con los paquetes, para terminar metiendo todo ese cargamento de caramelos en un contenedor que pudiera ser transportado por un camión, un barco, o el medio de transporte adecuado. En realidad, desde el punto de vista del perfeccionamiento del transporte, da igual si los caramelos son de naranja, de limón o si son de violeta. Con el mismo razonamiento, salvando las distancias, Claude Shannon descompuso la información en unidades mínimas para poder transportarla. Para ello utilizó las matemáticas: el álgebra de Boole. Pero la cosa venía de antes. Ya en 1938 había publicado su tesis doctoral en ingeniería, una genialidad que le permitió desarrollar todas las demás: “A symbolic analysis of relay and switching circuits” (El análisis simbólico del relé y los circuitos de conmutación). Ahí fue cuando asoció la respuesta binaria (0/1) a los circuitos eléctricos encendidos o apagados. A partir de entonces, la información se podía descomponer en unidades binarias, BIT (BInary uniT) que podían ser combinadas mediante conectores de Boole, y transmitidas en un transporte adecuado, el eléctrico. El trabajo de Shannon, obviamente, es mucho más sofisticado, pero esta es la esencia.
No estuvo solo en su camino. George Boole, matemático, filósofo y lógico inglés del siglo XIX, Charles Babbage, matemático, filósofo e ingeniero mecánico, también inglés y del mismo siglo, y otros científicos del siglo XX, pusieron las primeras losas que pavimentaron el camino de Shannon.
Pero lo mejor de Claude Shannon era la imaginación que tenía, su capacidad para poner en práctica lo que otros habrían llamado fantasías, ideas impracticables, pero que en su caso, por su capacidad dual para la teoría y la práctica, eran inventos geniales. A ello contribuyó que su abuelo fuera inventor, y que no resultara una rareza del niño que se le ocurriera fabricar por sí mismo un coche teledirigido siendo apenas un chaval. También que se cultivara la creatividad musical, tan beneficiosa en la infancia. Su casa, al lado del MIT (Massachusets Institute of Technology) tenía cinco pianos y treinta instrumentos más.
Por ejemplo, se fabricó un monociclo con una rueda con el eje descentrado, en el que paseaba por los pasillos de la universidad haciendo malabares, porque le gustaba estudiar los equilibrios inestables. Inventó y fabricó un telesilla para transportar a sus tres hijos desde su casa hasta la orilla del lago,
Inventó máquinas de jugar al ajedrez. Diseñó una estrategia para ganar en el casino de Las Vegas, al que iba bastantes fines de semana con su mujer. Y, durante la Segunda Guerra Mundial , puso su conocimiento al servicio de los Estados Unidos y se dedicó al estudio y la práctica de la encriptación de información.
Claude Shannon no era solamente un genio. Era un genio divertido con la imaginación desbordante de un niño. Sus aportaciones nos sirven para casi todo en esta era de la información en la que cada vez somos más ignorantes. Hay que volver a estudiar los orígenes.