Arte: Les Coquelicots. Claude-Oscar Monet.

La alegría y colorido de los paisajes de Monet escondía una vida difícil marcada por las turbulencias de XIX francés y su complicada vida afectiva.

  • facebook
  • Tweet
  • pinit
  • WhatsApp

Cada año, cuando la primavera estalla, me vienen a la mente los cuadros de Monet. Esos lienzos llenos de colores, flores, naturaleza, sol y alegría, esas series de pinturas de nenúfares, de paisajes de Bretaña, del Sena, son para mí la primavera. Pero detrás de esa explosión de alegría hay una vida complicada y eso hace que la alegría que transmite su obra sea mucho más poderosa.

A Claude-Oscar Monet, nacido en 1841 en París (Francia), no le llamaban Claude, como es conocido habitualmente. Para sus padres era Oscar, y le tocó vivir toda la inestabilidad francesa de la segunda mitad de siglo, varias guerras locales y una mundial que le amargó el final de su vida. De adolescente pintaba caricaturas de políticos con un talento tan fuera de lo normal que se vio empujado por su propia habilidad al estudio de las bellas artes. Pero murió su madre. Y la vida no fue fácil desde entonces. Con 20 años, cuando gracias al madrinazgo de una tía ya se había instalado en París y se había hecho amigo de Delacroix y Pissarro, fue llamado a filas para ir a la guerra de Argelia. A la vuelta conoció a Camille, su primera mujer y madre de sus hijos Jean y Michel. Era una joven seis años mayor que él, de origen humilde que trabajaba de modelo artística. Además de posar para Monet, también lo hizo para Renoir y Édouard Manet. A la aburguesada familia Monet no le gustó nada esa unión y menos cuando Camille tuvo a su primer hijo. Acabaron casándose. Pero fue una historia de amor triste, teñida por la enfermedad precoz de Camille, que falleció al poco tiempo de nacer su segundo hijo, Michel.

Fue Alice, amante de Monet, quien la cuidó y quien terminó al lado del pintor ocupándose de los hijos de ambos. Alice era la mujer de Ernest Hoschedé, quien en 1876 encargó unas pinturas para el castillo de Rottembourg y a partir de entonces se hicieron amigos. Alice y Ernest tuvieron seis hijos y vivieron junto a los Monet cuando Ernest se arruinó. La unión de ambas familias se materializó en el matrimonio de Blanche Hoschedé y Jean Monet, el hijo favorito de Claude-Oscar. La relación de los dos matrimonios era muy complicada. Cuando Ernest dejaba París y visitaba a su mujer e hijos en Bretaña, Monet se trasladaba a otro lugar y sufría de ansiedad, pensamientos obsesivos con Alice e insomnio. A pesar de lo cual, ya fallecida Camille, Alice sufría unos celos enfermizos de la madre de los dos hijos de Monet (aunque se especula acerca de la paternidad del menor de los Hoschedé) hasta el punto de destruir todas las fotos y testimonios de la presencia de Camille, excepción hecha, desde luego de las numerosas pinturas en las que Camille era la protagonista.
Monet aún tuvo que vivir la muerte de su hijo mayor en 1914 por enfermedad, siendo muy joven, y que el menor, Michel, fuera soldado en la I Guerra Mundial.

Fue a la muerte de Camille cuando el pintor bretón se dedicó a pintar paisajes. Y son esos lienzos los que aparecen en mi mente cuando llega la primavera, los que muestran la alegría que un alma sensible es capaz de ver a pesar de las circunstancias que puedan atribularla.
El cuadro elegido Les Coquelicots (Las amapolas) lo pintó en 1873, recién llegado de Inglaterra, donde residieron durante la guerra franco-prusiana. La mujer con la sombrilla y el niño que aparecen en primer plano son Camille y Jean, y realmente son una excusa pictórica para marcar una diagonal en el lienzo que separara las dos gamas de color de la obra. No hay una definición de caras, formas, flores y matorrales, pero mirándolo, se huele el verano y casi se oyen las chicharras.

Oops

La versión más personal de todos nosotros, los que hacemos Loff.it. Hallazgos que nos gustan, nos inquietan, nos llenan, nos tocan y que queremos comentar contigo. Te los contamos de una forma distinta, próxima, como si estuviéramos sentados a una mesa tomando un café contigo.

Caín.+

Caín.

Esta es la historia de Caín, un tuerto que quería ser rey de los otros y que, mientras señalaba la oscuridad del mundo, caía en el abismo de la pereza. + ver

Un lujo.+

Un lujo.

Que no suene el despertador, que entre una brisa fresca por la ventana y mueva ligeramente la cortina, que el olor a café recién hecho inunde la casa, que suene la música, que brille el sol, amanecer... + ver

Esclavas.+

Esclavas.

Las mujeres, como seres de fantasía de la historia interminable, iban desapareciendo al paso de la nada, eran borradas del mapa y de la historia, era como si nunca hubiesen existido, estaban muertas... pero seguían en pie. Y eran esclavas. + ver

Newsletter

No te pierdas nada, que saber no ocupa lugar.