Laocoonte.

Nadie como el Greco podía expresar el drama de Laocoonte...

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Esos cuerpos masculinos desnudos, pálidos y alargados, cobijados por un cielo espeso y oscuro, como heraldo de la desgracia, no son propios de 1610. Parecen más una obra del Picasso pre-cubista que de su verdadero autor, Domenikos Theotokopoulos, el Greco. No veo la mirada grave y triste, profunda y negra como un pozo de sus caballeros, el famoso de la mano en el pecho y otros, a quienes retratóde manera inconfundible.

Síse ven trazos de esos cuadros religiosos en los que narra a pinceladas algún episodio relevante de la vida de Jesús o de algún santo.

En este caso, el Greco, saliéndose de su temática, nos muestra una de las historias más paradójicas de la mitología griega: el terrible sino de Lacoonte y sus dos hijos.

Lacoonte, sacerdote de Poseidón (aunque algunas fuentes señalan que era de Apolo) fue quien avisóa los troyanos de que ese caballo de madera que había aparecido a las puertas de Troya le sonaba a trampa de los griegos. Y les aconsejóquemar el regalo para evitar cualquier sorpresa. Pero nadie le hizo caso. No solamente eso, Poseidón le mandódos serpientes de mar, Caribea y Porce, que atacaron a sus hijos que le acompañaban cuando ofrecía un sacrificio y que le devoraron también a él cuando intentósalvarles.

Y ahíes donde les imagina el Greco, en lo alto del monte frente a la ciudad de Toledo, su ciudad, donde se vislumbra un caballo de madera junto a una de sus puertas. Laocoonte yace boca arriba forcejeando con una serpiente junto al cuerpo si vida de uno de sus hijos y junto al otro, de pie luchando contra el otro animal. Dos figuras humanas, una femenina y otra masculina, observa la escena. Los intérpretes cristianos apuntan a Adán y Eva. Dadas las licencias artísticas que se tomóel Greco al cambiar Troya por Toledo tampoco sería extraño, aunque podrían ser deidades paganas. Pero lo que no tiene sentido aparente es la razón por la que Atenea o Poseidón mandaran un castigo al sacerdote. Y la razón se vislumbra cuando recordamos que las serpientes no le atacan a él sino a sus hijos. Los sacerdotes de Poseidón debían permanecer solteros, y Laocoonte había transgredido esa ley casándose y teniendo descendencia. Esa ofensa no fue castigada inmediatamente sino cuando menos podía esperarlo Laocoonte, que podía haber salvado Troya, cambiando para siempre la historia tal y como la conocemos. La crueldad del castigo, de la elección del momento, ratifican la idea de que los dioses griegos eran vengativos como humanos.

Fue en el relato que Virgilio hizo de este episodio en La Eneida en el que aparece el famoso consejo: temed a los griegos incluso si traen regalos. Nadie como el Greco podía expresar el drama de Laocoonte, y plasma en la cara del sacerdote, troyano y padre, el dolor y la frustración frente a lo que le sobreviene.

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