Clelia Grillo Borromeo y la curva de la rosa.

Clelia nació en Génova, en la primera mitad del año 1684. Pertenecía a una legendaria familia patricia de la Italia septentrional. Su padre, Marcantonio, era duque de Mondragone y marqués de Clarafuente. Su madre, Mariantonia era Marquesa Imperial.  Educada primero por su madre y después en el convento de la Misericordia, dominaba ocho lenguas y estudió por su cuenta ciencias naturales, mecánica y matemáticas, para las que tenía una especial habilidad. Así que, cuando se casó con Bartolomé Borromeo y Arese, hijo del que sería el virrey de Nápoles bajo la dominación de los Habsburgo, su suegro se opuso como pudo al enlace. A don Carlo le preocupaba que la esposa de su hijo frecuentara ambientes científicos, tan inapropiados para una mujer de su rango y categoría. De hecho, como mujer de pensamiento autónomo e independiente en sus acciones, pasaba por ser una aristócrata excéntrica. Y eso no era lo que un noble de tan alto linaje como el de los Borromeo Arese querían para su primogénito.  Clelia tuvo problemas con su familia política porque recibía en el palacio a personajes que no eran nobles, sino intelectuales y naturalistas italianos y extranjeros y por su manera de desenvolverse en sociedad tan espontánea y despreocupada.

Entre sus invitados destacaba Antonio Vallisneri, gran científico de la época, quien le ayudó a fundar en uno de los salones de palacio la “Academia de los Vigilantes”, a la que acudían jóvenes brillantes con ganas de aprender, como Tomasso Ceva y Girolamo Saccheri ambos profesores de matemáticas, y el mismo Montesquieu, cuando visitó Italia. Allí se estudiaba Filosofía Natural basándose en el método experimental que proponía Vallisneri. Pero la Academia se vino abajo, en parte por la dispersión de intereses de Clelia, y sobre todo, porque perdió el dinero que había pensado destinar al proyecto en el juego. Sin embargo, mientras duró, el palacio Borromeo Arese se convirtió en el centro científico más innovador de la vida milanesa.

Se carteaba con los mejores matemáticos de la época, con quienes discutía de tú a tú, como el jesuita Guido Grandi, difusor del cálculo infinitesimal de Leibniz en Italia. Grandi estudiaba la determinación de diferentes tipos de curvas basándose en la observación de las flores, en concreto, en los pétalos de las rosas. Publicó sus conclusiones y cálculos en 1728, en un libro llamado Flores Geometrici, dedicado a ella y en el que aparece una curva bautizada como con su nombre, curva Clelie, porque fue descubierta por Clelia.

Además de su faceta científica, tan reseñable a pesar de no tener escritos científicos, Clelia Grillo Borromeo fue madre de ocho hijos. También en ese punto se encontró de frente con su familia política que no estaba de acuerdo con la educación que les daba.

Al morir su marido, su vida en sociedad se vio severamente perjudicada por su preferencia por España frente a Austria, que no se molestaba en ocultar. Se reunía con partidarios de España de forma casi temeraria. Así, cuando estalló el conflicto en 1746 entre España y Austria, estando Milán bajo el dominio austriaco, fue exiliada y sus bienes fueron confiscados. Un enfrentamiento personal con la emperatriz Maria Teresa de Austria, a raíz de la dote de la mujer de su hijo mayor, explica que, tras las tensiones por su reconocida hispanofilia, María Teresa, altiva, pero sabedora de las conexiones de los Borromeo, le ofreciera la oportunidad de retractarse públicamente de sus convicciones y así “mejorar la pobre impresión que le causara en el pasado con su conducta”. Por supuesto, Clelia no lo hizo.

Cuando acabó el conflicto y regresó a Milán, fuer recibida como una heroína, como la guardiana del honor de la ciudad e incluso se fabricó una medalla en su honor.

Su salón nunca fue el mismo. Desencantada, salía poco, recibía en contadas ocasiones y se dedicó más al teatro que a las ciencias. Murió en 1777 en Milán, donde ya hacía tiempo que nadie sabía si estaba viva o no.