¡Viva Rusia!, el legado de Luis García Berlanga que salió del Cervantes, ya es libro.
Pepitas de Calabaza publica '¡Viva Rusia!', el guion inédito que Luis García Berlanga depositó en La Caja de las Letras del Instituto Cervantes.
Escrito hacia 1990 por Luis García Berlanga y Rafael Azcona, ¡Viva Rusia! iba a ser la última entrega de la saga Leguineche que ambos comenzaron a construir en 1978. Berlanga y Azcona solían reunirse en el madrileño Café Comercial para pergeñar las hazañas de sus héroes cinematográficos. Allí se conocieron, de hecho, a finales de los 50 y de allí salieron victoriosas muchas de sus colaboraciones. Pero, finalmente, aquel guion en el que también intervinieron Manuel Hidalgo y Jorge Berlanga, el hijo del director, no llegó a ver la luz.
La tetralogía Nacional se quedó en trilogía y ¡Viva Rusia! permaneció tal cual fue escrito entre los recuerdos más preciados del director valenciano. Así se conservó, imaginamos en un cajón privado protegido por una carpetilla de plástico, hasta que fue a parar a la cámara acorazada que el Instituto Cervantes recién convertía en depósito de la cultura y el idioma español. Era el 27 de mayo de 2008 cuando Luis García Berlanga, ya bastante delicado de salud, depositó en la Caja de las Letras un sobre cerrado cuyo contenido sólo él conocía. Su hijo, Jorge Berlanga, “especuló con que podría tratarse de un guion, unas memorias o un mensaje demoledor a la humanidad”.
El pasado mes de junio y coincidiendo con el centenario de su nacimiento, tal como estableció el cineasta, se desveló por fin el legado que Berlanga depositó en la caja número 1034. Fueron sus nietos (Jorge y Fidel) quienes abrieron la caja donde se hallaba un ejemplar del libro Berlanga, contra el poder y la gloria. Escenas de una vida, la biografía del cineasta, escrita por Antonio Gómez Rufo (Temas de Hoy, Barcelona 1990), el número 465 (octubre de 1997) de la revista francesa L’Avant-scène cinema dedicada a la película El verdugo (Le bourreau), y el famoso guion recién editado por Pepitas de Calabaza.
“¡Viva Rusia!, cuarta e inédita entrega de la saga cinematográfica dedicada a los Leguineche, permite conocer el desenlace previsto para las grotescas andanzas de la decadente familia de aristócratas creada por Luis G. Berlanga y Rafael Azcona, cuyas peripecias —que habían arrancado en 1978 con La escopeta nacional— acaban conformando unos nuevos episodios nacionales centrados en la sinuosa transición española a la democracia”. Así presenta la editorial logroñesa el guion que jamás fue película.
La historia, tan tremendamente incorrecta como solía, recorre con humor berlanguiano la última etapa de la transición española, en pleno auge del felipismo y las expectativas depositadas en los acontecimientos por venir: la Exposición Universal de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona. El título, que ante la reciente invasión de Ucrania nos puede resultar algo chirriante, forma parte de la divertida ironía de Berlanga.
Aunque fue Manuel Hidalgo (coautor de la versión definitiva) quien cambió hace tres décadas el Nacional IV original por este ¡Viva Rusia!, fue aceptado sin problemas por el cineasta. Como explica el mismo Hidalgo en el prólogo, el nuevo título le parecía mucho más atractivo pues pretendía recoger “las numerosas alusiones del guion respecto al desmoronamiento de la Unión Soviética […] como las aspiraciones al trono de Rusia de los esperpénticos y presuntos descendientes zaristas de los Romanov que aterrizan en la finca de los Leguineche”.
La Caja de las Letras se esconde en los sótanos de la sede central del Instituto Cervantes de Madrid. Construido en 1918, el edificio albergó durante décadas los tesoros de varias entidades bancarias. Después de casi un siglo, el Cervantes convirtió esa cámara acorazada en un lugar de culto del patrimonio literario y artístico español. Allí se guardan los legados secretos que escritores, cineastas, actores, bailarines o científicos depositaron en vida, así como legados in memoriam de figuras ya fallecidas como Saramago, García Márquez o Alejandra Pizarnik. Luis García Berlanga fue el primer director de cine en depositar su legado en el Instituto.
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