Cien años de soledad cumple cincuenta. De Gabriel García Márquez.

Con motivo del 50 aniversario de la publicación de 'Cien años de soledad', Penguin Random House presenta una edición exclusiva con ilustraciones inéditas de la artista chilena Luisa Rivera.

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Millones de ejemplares vendidos en español. Millones igualmente traducidos a todas las lenguas. Cien años de soledad, la pieza clave del “realismo mágico”, cumple cincuenta años y Penguin Random House lo celebra con una bellísima edición ilustrada por la artista chilena Luisa Rivera y unta tipografía inédita, creada por el hijo del autor, Gonzalo García Barcha.

Siempre me he preguntado cómo una persona puede imaginar semejante entramado de personajes y sucesos y narrarlo, además, con la maestría de Gabriel García Márquez. Tal vez se lo hubiera preguntado si hubiera tenido la oportunidad. Como seguramente hicieron muchos otros. Al fin y al cabo a García Márquez no le gustaban las entrevistas porque siempre le preguntaban lo mismo. Y él siempre inventaba nuevas respuestas para evitar que la entrevista fuese la misma serie de la misma entrevista. Las cosas de Gabo. Las cosas de un genio.

Dieciocho meses de trabajo y encierro le costó al nobel colombiano culminar uno de los mitos de la literatura del siglo XX. Y no sólo por lo que guarda de mítico la obra en sí. También por las leyendas sobre su publicación que el propio autor alimentó con sus declaraciones al respecto. Desde ese principio memorable, “Muchos años después, ante el pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía recordó aquella tarde remota en que su padre le llevó a conocer el hielo”, que según narraba el escritor se le ocurrió durante un viaje de Ciudad de Méjico a Acapulco; hasta la célebre “E” girada que el primer editor de la obra corrigió creyendo que era un error tipográfico o los avatares de la primera publicación en Buenos Aires por la editorial Sudamericana.

Allá en ese Macondo voraz, esa “aldea de veinte casas de barro y cañabrava”, la saga de los Buendía-Iguarán se presenta en unidades narrativas que podrían entenderse como capítulos. Pero no. Los saltos temporales se producen sin orden incluso dentro de la misma secuencia. Aunque la estructura guarda un criterio cronológico que abarca desde la fundación de Macondo hasta su declive, algunos pasajes tergiversan el tiempo hacia delante o hacia atrás, logrando de este modo acentuar la sensación de ensueño y magia que envuelve toda la novela. Historias aparentemente inconexas que de pronto se funden revelando un todo fascinante. El universo utópico, demencial que García Márquez creó a partir de una frase visionaria.

Ella, Luisa Rivera, se deja llevar. Dibuja según lee (o leyó), mezcla verdes y azules, ocres y anaranjados, como García Márquez hizo con las letras. Rivera rescata en sus trazos el realismo mágico que el autor dibujó en palabras. En ellos, en los dibujos de la ilustradora, se cuelan los páramos, los huertos, el mar, los bailes, las ciénagas, las ranas y las gallinas, el incesto, el sonido de una pianola, los diluvios bíblicos, los bebés con cola de cerdo. La soledad. Las cosas de Gabo. Las cosas de un genio. Todo Macondo con sus Buendía. Porque Macondo nació y murió con esa estirpe extravagante que sólo puede comprenderse desde la mirada del hombre que nunca llegó a Acapulco por culpa de una frase cuyo significado desconocía ni hacia donde debía conducirle.


Cien años de soledad. Gabriel García Márquez. Edición ilustrada por Luisa Rivera. Fecha publicación: abril 2017. ISBN: 9788439732471. Sello: Random House.

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