César Aira: «soy un francotirador que practica un oficio íntimo, secreto y clandestino».
El santo sucede en la Edad Media, en una pequeña ciudad catalana situada en los acantilados empinados sobre el Mediterráneo.
El santo —la obra que Random House publicó en 2015 inaugurando la biblioteca César Aira del sello— es un excelente ejemplo de esa literatura airiana tan inconfundible, libertaria y entusiasta.
En la prosa de César Aira se amontonan las ideas. Dirige el azar y manda lo inmediato. Su estilo mezcla la parodia, el surrealismo y la metafísica casi a partes iguales. A veces parece someterse al juego de lo inconsciente, como si de la escritura automática se tratase. Otras, sin embargo, aparenta ceñirse al proceso clásico del relato. Pero no es más que un espejismo. Y es que el autor de El mago o Las noches de Flores escribe como el que arma un collage. Pero también esta impresión tiene mucho de trampantojo, pues tras su manera de juntar letras se esconde un trabajo insondable y disciplinado.
César Aira nació en 1949 en una ciudad interior al sur de Buenos Aires llamada Coronel Pringles. Allí creció y maduró hasta su traslado a la capital a estudiar Derecho y Letras. Se dedica a la traducción desde 1970 y al periodismo desde poco después. Ha recibido numerosos premios, como el Konex a las Letras, y ayudas a la creación. Es autor de ensayos, novelas, relatos y obras de teatro o, como él mimo se define, un francotirador que practica un oficio íntimo, secreto y clandestino.
La casa de Aira en Coronel Pringles era una casa sin libros, y su entorno un espacio rural sin ningún sello cultural. Aun con todo comenzó a leer a Emilio Salgari y lo devoró. Leyó a Rimbaud y lo devoró. A Shakespeare, a Borges, a César Vallejo, a Pizarnick… Estableció así, de manera inconsciente, su pauta lectora: leer por leer, probar todos los platos del menú. Y con las mismas, empezó a escribir. Por intuición. Y porque es lo único que sabe hacer. Eso dice.
Cuentan que Aira es un escritor posmoderno, vanguardista y experimental. Que su obra, prolífica y heterogénea, está salpicada de tintes surrealistas, de personajes indefinidos y situaciones fabulosas. Lo cierto es que al transitar por sus páginas el lector tiene la sensación de pisar terrenos pantanosos. En los libros de César Aira puede ocurrir cualquier cosa. De hecho, es lo que sucede, cualquier cosa. Desde salmones colosales que amenazan con destruir la humanidad, hasta magos capaces de cambiar las leyes de la física.
Aira escribe a mano, en cafés, interrumpido y rodeado de un ruido que ni percibe. Plasma en sus cuadernos lo que ve, lo que vive, lo que opina, sus reflexiones, sus caprichos y sus paradojas. De esa amalgama nacen sus historias. Y en esa su aventura de escribir cultiva la transparencia, la cadencia y el ritmo por encima de los entresijos emocionales de sus protagonistas. No le interesa la solidez psicológica de los personajes ni la sensualidad de la palabra. Prefiere centrarse en la trama, en los recovecos de esas realidades disfrazadas de quimeras que él traduce en paradigmas del exceso, el disparate y la improvisación.
El santo sucede en la Edad Media, en una pequeña ciudad catalana situada en los acantilados empinados sobre el Mediterráneo. Entre milagros y resurrecciones, guerras y confusión, un monje tildado de “santo” decide cambiar el rumbo de su vida anacoreta y regresar a su tierra natal. A partir de ahí imaginación y fantasía se condensan con reflexiones, absurdos, ironías, brotes de raciocinio anestesiado y todo el imaginario literario del autor dirigido a diseccionar el pensamiento humano.
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El santo. César Aira. Sello: Literatura Random House. Barcelona, 2015. 144 páginas. 14,90 euros. ISBN: 9788439730682
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