Sylvain Tesson: ‘Lo imprevisto nunca viene a nuestro encuentro, hay que acecharlo en todas partes’.

El leopardo de las nieves vive a cinco mil metros de altitud. Sylvain Tesson siguió al fotógrafo Vincent Munier para observar los últimos ejemplares ocultos en las fronteras del Tíbet.

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Cuenta Sylvain Tesson que conoció a Vincent Munier un día de Semana Santa durante la proyección de su película sobre el lobo de Abisinia. Le habló de “lo escurridizos que son los animales y de una virtud suprema: la paciencia. Me contó su vida de fotógrafo de animales y me detalló las técnicas del acecho. Es un arte frágil y refinado que consiste en camuflarse hasta hacerse invisible”. Y él, Tesson, que es un aventurero empedernido habituado a la acción y a perseguir la intensidad sin ataduras ni expectativas a largo plazo, se rinde ante la majestuosidad de un ser fuera de lo común, esquivo y salvaje, y ante la necesidad del silencio, la quietud y el estoicismo para divisarlo.

Tesson inicia su viaje hacia la reserva natural de Changtang (Tíbet) en febrero de 2018. Forma parte de una expedición de tres naturalistas expertos en busca del leopardo de las nieves (panthera uncia). De una belleza excepcional, el poderoso felino es un ser solitario que habita a más de 5.000 metros sobre el nivel del mar, la mayoría en la meseta tibetana. Pese a la potencia de su anatomía y capacidad de adaptación al entorno hostil en el que habita, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) lo considera una especie vulnerable. Por ello, aparte de su carácter esquivo y salvaje, se trata de un animal muy difícil de localizar. Menos aún de fotografiar en su hábitat natural.

El trotamundos y escritor parisino aborda la compleja aventura en la meseta tibetana desde el punto de vista del narrador invisible. Se limita a contar su experiencia y lo hace de manera emocionante, con mucha poesía, alegorías y humor. Su lenguaje es tan bello como la propia travesía por la inmensidad helada, tan intenso como la fiera “de cristal y nieve” que al fin pudo contemplar en varias ocasiones, como un destello sobre el manto blanco.

La vigilancia, el silencio, la inmovilidad a 30 bajo cero en palabras de Sylvain Tesson son una reflexión sobre la espera. “Agachado entre las ortigas, obedecía a Munier: nada de gestos ni de ruidos. Podía respirar, la única vulgaridad autorizada”. Pero también una oda a la libertad, la carnalidad, la independencia del animal salvaje. Ver al leopardo de las nieves supuso para el escritor una vivencia cercana al misticismo. La introspección obligada le impone asimismo una redefinición de la vida moderna, de la inmediatez, de la prisa que ha hecho perder al hombre la capacidad de apreciar emoción de la lentitud, el placer del tedio.

En el libro, Sylvain Tesson (París, 1972) cavila sobre el paso del tiempo, sobre la actitud ante el rececho que llega a considerar una conducta, una práctica vital que deberíamos recuperar y convertir en un estilo de vida. Él, que ha dado la vuelta al mundo en bicicleta, ha atravesado las estepas de Asia Central a caballo y cruzado el Himalaya a pie, reivindica la quietud y la aceptación del destino. A través de su experiencia de seis meses confiando en la visión del fantasma de la nieve tibetana —“la capacidad de atisbar lo invisible”— redescubre la esperanza, recalifica la decepción y construye un maravilloso relato de viaje tanto geográfico como introspectivo, repleto de metáforas.

Traducido al español por Juan Vivanco Gefaell, Taurus publica una maravillosa edición de El leopardo de las nieves, ilustrado con las fotografías de Vincent Munier.

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