Cuéntame un cuento dulce.
Érase una vez 5 cuentos que, al leerlos, dejaban el agradable regusto de un cuento dulce.
Los cuentos clásicos están llenos de princesas, hadas, brujas malas y manzanas envenenadas además de príncipes azules y héroes de cualquier color; claro que el mundo ha cambiado desde los tiempos en los que se escribían esos cuentos porque, además, ¿quién dijo que los cuentos eran sólo cosa de niños? Son en realidad un modo corto y sencillo de contar una historia, un pequeño relato que puede incluso encerrar un mensaje (no diremos moraleja porque no nos sentimos Samaniego ni nos creemos fabuladores, somos, a lo sumo, opinadores). Y de entre los ‘cuentos’ (por no dejarlo en escritos breves) que hemos publicado en el último año, nos quedamos con cinco que de sabor intenso y agradable porque sus notas sápidas son las de un cuento dulce.
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Azúcar.
Érase una vez la historia de una gran nube de algodón de azúcar que enterró su falsa dulzura en el fondo de una papelera. Berta Rivera Estaba sentada en el parque, arrimada a buen árbol y dejándose cobijar por su buena sombra, cuando una niña que no levantaba más que unos cuantos palmos del suelo atrajo su atención; la pequeña caminaba con pasos titubeantes porque no veía más que lo que tenía delante de sus narices: un inmenso algodón de azúcar de color rosa; lo sujetaba con las dos manos, como si fuese más importante aquel palo envuelto en azúcar rosa que ver dónde ponía los pies para caminar sin perder el equilibrio; tal vez aquel fuera el truco, pensó, quizá el modo de vivir (de sobrevivirse al menos) era plantarse frente a los ojos un gran algodón de azúcar rosa y así ver el mundo de ese color por más que las tormentas, los huracanes y las noticas difíciles de tragar rondasen por el mundo haciéndolo cada día un poco más suyo, un poco menos de los buenos. Era absurdo, lo sabía, tan absurdo como utilizar gafas con cristales de colores para pintar el mundo a su gusto, una tontería como cualquier otra pero también un modo de tamizar la realidad para ir deglutiéndola poco a poco, suavemente, sin que la llenara de más miedos de los que podía gestionar por día. La pequeña llegó al banco en el que la esperaba su abuela riendo al ver como la niña trataba de dar un bocado a un algodón de azúcar más grande que ella misma, tomó un trozo entre los dedos y lo colocó en la mano de la pequeña que no tardó más que unos segundos en comérselo y así, poco a poco, la niña, con la ayuda de su abuela, fue haciendo menguar su gran nube de azúcar rosa; ¿cuántos hidratos habría engullido? no quería saberlo; cuando la abuela emprendió el camino de vuelta a casa (suponía), con la niña de su mano, se preguntó si la pequeña seguiría viendo el mundo color de rosa ahora que no tenía una gran nube de ese color frente a sus ojos, el eco de su risa le sirvió como respuesta... más información → - 25
Presente.
Érase una vez la historia de un hombre solo que, con su sencilla y difícil existencia, ganó un poco de tiempo para el mundo. Berta Rivera El presente es lo que queda del futuro cuando el pasado ya se ha ido, lo sabía pero una y otra vez caía por la misma pendiente, una en la que la vida transcurría a tal velocidad que el presente era un mero suspiro y el futuro se convertía en una meta constante que un buen día (o no tan bueno) se cruzaba con más pena que gloria. . ... más información → - 35
Julio.
Érase una vez la historia del cumpleaños de Julio, un niño que nació en verano y que soñaba con ser César... y astronauta. Berta Rivera El pequeño Julio se levantó de un brinco y se envolvió en la sábana de su toga colocándosela a modo de toga (aunque arrastraba una parte importante de tejido porque la sábana era mucho más grande de lo que un cuerpo pequeño como el suyo necesitaba para envolverse); se plantó en la cabeza la corona de olivo que su sus padres habían dejado sobre la mesilla y salió de su habitación caminando con aire regio; cabeza erguida, espalda recta y paso marcial '¡Ave Cesar!' lo saludaron sus padres a dúo desde la mesa de la cocina, donde disfrutaban de un café helado para empezar el día. Era 1 de julio y el pequeño del mismo nombre cumplía 9 años, para celebrarlo se había vestido de César, de Julio César, el hombre al que el mes de su nacimiento debía su nombre, y lo hacía porque le encantaban los romanos incluso cuando perdían las batallas y es que era también muy fan de Asterix y Obélix. A pesar de levantarse como un pequeño romano, desayunó como un niño muy español, su zumo de naranja, un colacao frío y un trozo del bizcocho de limón que había preparado su madre la tarde anterior... más información → - 55
Embrujos.
Érase una vez la historia de unas manos que hacían embrujos, o mejor, de unas manos que eran embrujos... Berta Rivera Embrujos, pócimas, brebajes y encantamientos; brujas, magos, meigas, duendes y otros trasgos; también trasnos, hadas, alicornios, hechiceras, demonios, sirenas, curuxas, xacios y biosbardos, tardos, urcos, nubeiros y lavandeiras. . ... más información →