La venganza de Don Mendo.

Definida por su autor como caricatura de tragedia, esta popularísima obra es una divertida parodia del drama romántico de ambientación histórica.

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Atención, que vamos a hablar de un auténtico drama…

Nos situamos en el Siglo XII, durante el reinado de Alfonso VII. Magdalena, hija de don Nuño Manso del Jarama, conde de Olmo vive sus amores con don Mendo, un noble empobrecido que está perdidamente enamorado de la hija del conde, siendo correspondido por la joven aristócrata. Pero el conde decide dar a su hija en matrimonio con un caballero de alcurnia, el duque de Toro. Magdalena, aceptando las costumbres de la época y descubriendo la fortuna a la que accederá con este matrimonio, acepta los deseos de su padre y decide deshacerse de su amante, el noble don Mendo. Éste, al descubrir la traición, decide vengarse y no dejará de hacer otra cosa en su vida que buscar la venganza ante tal ultraje hacia su honor y su amor.

Una tragedia en época medieval, en la que no caben más traiciones, sufrimientos y desdichas.

Atención ahora, porque hablamos de comedia en su más literal concepto…

Ocurre que toda esta historia se fraguó en la cabeza de Pedro Muñoz Seca, el cual fue el máximo exponente del astracán o astracanada, un subgénero literario que tiene sus cimientos en el chiste y en juegos de palabras que desembocan en situaciones disparatadas. Ya me diréis cómo hacemos para que una tragedia de semejante calibre pueda transformarse en una hilarante sucesión de escenas en las que el trasfondo dramático se convierte en una antología de la risa y el buen humor. Tal virtud sólo es posible en magistrales cabezas como la de Pedro Muñoz Seca.

Dicen que no es poesía, sino versos rimados y aderezados con ripios. Esto, dicho de esta forma, puede resultar un tanto engañoso, ya que, si cualquiera se pone, en seguida le salen veros rimados y acompañados de ripios. Desde luego, no nos veríamos en la situación de la semana pasada, intentando emular a Neruda, pero puedo deciros que nada se aleja más de la realidad. Volvemos a una situación inverosímil e imposible para la mayoría de los mortales, ya que conseguir enlazar rimas entre diálogos y construir con ellas todo un relato no demasiado corto y con un argumento muy consistente, a pesar de la astracanada, es propio de genios. He leído La Venganza de don Mendo varias veces y nunca me canso. La risa – carcajada, incluso – está asegurada. Como ocurre con todos los libros, su lectura hace que vuele nuestra imaginación y que cada uno sea capaz de ver cada historia en su cabeza de una forma personal. Yo, por ejemplo, creo que conozco a Don Mendo o, al menos, creo conocer a alguien que parece el modelo tomado por Muñoz Seca para escribir esta historia inmortal; la tercera obra de teatro más veces vista e interpretada de toda la historia del teatro español.

Pero, más allá de la gracia y el chiste, subyace una ironía en la que puede verse reflejado lo que la vida nos da de vez en cuando. Conviene, de tanto en tanto, leer y releer este tipo de teatro, porque la vida no es tan seria como muchos quieren hacernos ver. La vida, en ocasiones, se compone de una sucesión de situaciones absurdas y disparatadas cuyo relato quedaría perfecto compuesto de versos rimados y aderezados con ripios.

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Puedes encontrarla en Austral Ediciones PlanetadeLibros.com

Fecha de publicación: 11/03/2003
272 páginas
Idioma: Español
ISBN: 978-84-670-3356-4
Formato: 12,5 x 19 cm.
Presentación: Rústica sin solapas
Colección: Clásica

Más información PlanetadeLibros.com

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