Sabroso. Es Logroño.
Es alegre, luminoso y con un punto lúdico; la cocina interactúa con el comensal porque no hay reglas, ni etiquetas, ni reservas...
En la capital riojana se va a tiro hecho. Quienes allí viven se mueven y relacionan a lo largo y ancho de dos calles: Laurel y San Juan. Y quienes se dejan caer un ratito o unos días, están ansiosos por conocer –y probar, claro está- la primera y tampoco se resisten a degustar la segunda, una vez oída su buena fama.
Y lo cierto es que funcionan fórmulas de siempre. Ahí están los vinos imprescindibles y pinchos casi universalmente conocidos como los champiñones de El Soriano. Pero también llegan novedades, aire fresco en forma de bocados irresistibles.
Así, Francis Paniego, que triunfa en El Portal de Echaurren y en Marqués de Riscal, puso hace apenas un año su primera pica en la ciudad. Lo hizo junto a su mujer, Luisa, en el centro, junto al transitado Espolón. Su nombre es Tondeluna y lo define como un espacio de libertad consagrado al picoteo, al producto de mercado y al vino de La Rioja, por supuesto.
Es alegre, luminoso y con un punto lúdico; la cocina interactúa con el comensal porque no hay reglas, ni etiquetas, ni reservas previas; solo la libertad de disfrutar con la comida, de compartir y dejarse sorprender.
En forma de raciones y medias raciones, se saborean recetas tradicionales y otras vanguardistas. Desde una menestra de verduras de temporada, el potaje del día o unos calamares a la romana hasta el huevo de corral a 65º con pimientos de cristal caramelizados y patatas de Santo Domingo, una espectacular hamburguesa con pan cocido al vapor y jengibre o una merluza confitada a 45º.
Sin olvidar, las míticas croquetas de Marisa Sánchez, maestra y progenitora de Francis, y su ensaladilla rusa (eso sí, con mayonesa “aireada” y láminas de pan). Otros imprescindibles son los pimientos asados en casa con anchoas de Santoña y aceite de oliva, y versiones de grandes cocineros y amigos como las bravas en honor a Sergi Arola o un yogurt de foie y caviar dedicado a Quique Dacosta.
Para brindar, beber y disfrutar 40 referencias, todas ellas de Rioja y muchas servidas por copas, que varían mensualmente en función de las preferencias del público.
En cuanto a la decoración, es obra de los arquitectos madrileños Picado y de Blas, se presenta generoso y sutil en luminosidad y vestido de techo a suelo, incluyendo el mobiliario y la propia cocina, de maderas recicladas 100 % sostenibles.
Las líneas depuradas y los asépticos tonos blancos y de madera clara otorgan calidez y una sobriedad solo rota por los detalles de acero y por la imponente representación en abstracto del hayedo de Ezcaray que cubre una de sus paredes y que consiste en una superposición de lamas de madera teñidas con la variación cromática propia de las cuatro estaciones del año.