Sabrosa vuelta al mundo en La Embajada.
En La Embajada México, Japón y la costa mediterránea se unen, pero no se fusionan.
Cuatro restaurantes en uno. Cuatro extremos del mundo en el marco de un antiguo palacete. Cuatro cocinas independientes. Cuatro eclécticas cartas y ambientes que conviven bajo el mismo techo. Es La Embajada, y acaba de abrir sus puertas en la calle Juan Bravo de Madrid.
El nombre le viene al pelo. Una denominación internacional para un concepto internacional a la par que único. México, Japón y la costa mediterránea se unen, que no se fusionan. Cohabitan en un mismo recinto que suma además una oferta de cócteles de infarto (Margaritas, Micheladas, ginebras y sakes, ligados a cada influencia) y un efectista proyecto de interiorismo que nos transporta a cada uno de estos puntos del planeta.
Nos da la bienvenida, en terraza y planta baja, la zona de Gastrobar, un espacio informal donde disfrutar de un desayuno, un tapeo o una copa after work, así como de un económico menú del día.
El salón y biblioteca de la primera planta, en blanco impoluto, acoge las recetas más frescas y familiares en un periplo por España y países vecinos. De las costas, pescados como el bacalao confitado en aceite de ajo sobre una sabrosa crema de pimientos o un buen tartar de atún rojo. De interior, carnes en compañía de verduras de temporada, risottos y estupendos postres como el pie de limón o el yogurt griego con cerezas.
En el segundo piso, de la mano de Sergio Hernández, especializado en cocina nikkei y con una dilatada experiencia en nombres propios como Zalacaín, La Terraza del Casino, Aspen o Urkiola Mendi, nos adentramos de lleno en Japón con un estupenda degustación de gyozas, sashimis, nigiris y uramakis, entre estos últimos dos tan resultones como el de hamburguesa y huevo con trufa y el de foie y pera caramelizada.
Una planta más arriba, una colección de tradicionales y coloridas calaveras marca la frontera con México y con sus tacos, quesadillas, arracheras y chilaquiles que se riegan con buenos tragos de tequila; y por último, en la azotea que corona esta Embajada, se abre al cielo el Sky Bar en el que cerrar la jornada entre combinados y sesiones de música house oteando el horizonte madrileño. Aquí no hacen falta visados ni equipaje. Solo entrar y estar dispuesto a emprender el viaje.