Pongamos que hablo de …
Creado en 1966 por Adolfo Marsillach, el Oliver ha sido un lugar emblemático que ha reunido en su seno actores, cantantes, escritores...
En pleno centro de la capital, en la calle Almirante, está Oliver, uno de los lugares emblemáticos del Madrid de siempre, “la vía láctea de la noche madrileña”, en palabras de Umbral. Junto con él, el fundador, Adolfo Marsillach, María Asquerino, su musa, y lo más granado de la intelectualidad de los años 70 y 80 han sido los asiduos visitantes que convirtieron en mítico el Oliver.
Desde el año 2006, ya como Café Oliver, el lugar ha vuelto a revivir de la mano de Frédéric Fétiveau y Karim Chauvin . Ambos son franceses, con una larga tradición en el sector, una formación impecable y grandes ideas para hacernos disfrutar de un local que ha abandonado el terciopelo rojo y se ha llenado de luz.
Cuando Karim acabó sus estudios en Lyon se dedicó a la distribución de champagne Dom Ruinart y selectos vinos franceses a los mejores restaurantes españoles. Cambiábamos de siglo, y Karim se dio cuenta de que lo que le hacía falta a Madrid era, simplemente, un bistrot. El Oliver estaba disponible y Frédéric Fétiveau también, después de refinar su estilo en prestigiosos restaurantes de la capital . Era la ocasión.
Ellos fueron quienes introdujeron el “brunch” en la capital, con sus famosos huevos bénédictine, que sigue siendo la estrella de los domingos madrileños. Y fueron de los primeros que instalaron un agradable lounge en el piso de abajo, que fue testigo de tantas correrías en la época de la “movida”.
La carta, sabiamente seleccionada por Frédéric, combina platos italianos, españoles franceses y marroquíes, diferenciados, sin caer en la fusión. Y así encontramos delicias de la cocina provenzal como el tian de rape y calabaza con guiso de tomate y jugo de cilantro , marroquí como el famoso couscous de capón y calabaza con cebolla caramelizada, italiana como el rissotto de bisque de cangrejo con langostinos tigre y espuma de erizos. Pero también brandada de bacalao con alioli y guiso de tomate y albahaca, pan tumaca con ibérico, anchoas del Cantábrico con ajo y tomates cherry confitados y huevos rotos con jamón ibérico, tan típicos de nuestro país.
Entre los postres, todos exquisitos, destaca la tarta Tatin y el tiramisú.
Y para completar la velada, a la hora de las copas, el Éo Chivas Lounge, minimalista y sofisticado, es el lugar perfecto para atreverse con un cocktail, como su especialidad, el Black Line. Allí se puede disfrutar de la música de un DJ en un ambiente tranquilo y relajado.
Una visita obligada a un lugar emblemático, renovado para tu deleite con elegancia y saber hacer.
Localización
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Más información Café Oliver. Madrid