París, de fondo.

Se saborean recetas belgas así como francesas. Se preparan con buena materia prima y se les añade grandes dosis de romanticismo y esa esencia de los bistrós parisinos del siglo XIX. Es la fórmula de Casanis, llegado de Marbella hasta el madrileño barrio de Las Letras.

Además, de las paredes cuelgan pinturas de Aldo Gigli y de fondo, suena Hotel Costes. Y no faltan, claro, las ostras, los caracoles, el foie mi cuit, los quesos y la tarta tatín. Junto con los platos de factura gala, tienen su espacio el atún de Barbate o la sopa de pescado de roca, pero servida como en Marsella: con queso emmenthal, croutons y alioli.

Tampoco se puede pasar por alto, su célebre tartar de buey. Eso sí, según los cánones belgas, es decir, con patatas fritas y mayonesa. La carta se completa con una selección de carnes y pescados, en función del mercado. Desde mollejas de ternera blanca a chuleta de ternera de Ávila, pluma de cerdo ibérico y atún de Barbate. Para acompañar, vinos blancos, tintos y champagnes seleccionados con acierto. Y París, de fondo.