Fisgoneando en el patio.

El Patio del Fisgón, un restaurante distinto, sorprendente y divertido.

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Cosy. comfy, homey… Palabras hogareñas e íntimas, de esas que sugieren mantita y chimenea, para explicar cómo se siente uno en El Patio del Fisgón. Un poquito de Marruecos, un trocito de París, un ápice de Barcelona, ambiente madrileño y esencia del mundo. Todo en conjunto conforma este nuevo bistró en el capitalino Barrio de Salamanca, un fiel reflejo de la forma de ser y de sentir de sus artífices.

«Queríamos un restaurante de barrio para gente de todo tipo, con una atmósfera muy agradable, un servicio de máxima calidad y una materia prima excelente», cuenta Bruno Oliver Bultó, uno de los socios. No encontraremos platos muy elaborados porque los precios son más que ajustados, pero todos ellos son deliciosos. Dice Bruno que han intentado que todos los platos apetezcan. Y lo han conseguido: «Todos los que estamos detrás del proyecto hemos viajado bastante y hemos plasmado muchos de esas idas y venidas en una carta sencilla, muy internacional, en la que se encuentran propuestas para cualquier momento del día, sea cual sea la hora».

Unas propuestas que pueden disfrutarse también en cualquiera de los tres espacios con los que cuenta el local, y de ahí su nombre. Hay que curiosear y adentrarse en el mismo para encontrar todo que hay en este aparentemente sencillo bar. Al principio la barra, en plan casual, para desayunos sencillos y picoteo rápido en sus mesas altas y taburetes. En la planta baja, un lugar clandestino, un reservado para aquellos más fisgones, que quieran ver sin ser vistos. Escondido en la parte de atrás nos espera el patio, diseñado personalmente por sus creadores con ideas y mobiliario propio de su estudios Foxium y Abracadabra Store. El verde de su pared vegetal enmarca las típicas mesitas de café francés, iluminadas por farolillos marroquíes sobre un suelo más que particular, el mismo que viste las aceras de Barcelona. Sus cierres de cristal, con vistas al paso de carruajes de la finca dejan pasar la luz natural durante el día y su chimenea se encarga de iluminar los días más fríos del invierno.

«El espacio es reducido, pero nos gusta que la gente comparta esta experiencia codo con codo», asegura Bruno señalando a su alrededor. No hay lugar a mesas grandes para grupos, son las que son, y las reservas se distribuyen y separan atendiendo a su distribución. Sobre ellas, rollitos de pato, hamburguesas, pizzetas, arroz de calabaza, ensaladas y brunch los domingos en compañía de una buena selección de vinos y destilados, muy indicados para la franja afterwork… No hay menú del día pero sí recomendaciones del chef y un original menú depurativo al alcance de los que quieran mantenerse al margen de excesos.

Está hasta la bandera, y solo lleva tres meses abierto. No es para menos. Es distinto, sorprendente, divertido… Un patio de vecinos en el que curiosear está bien visto.

Localización

Saborear

Directos al paladar. Productos tan deliciosos como difíciles de encontrar “cocinados” o embotellados, en series limitadas, bajo la vigilancia de los expertos más selectos.

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