Bareto: las tapas, las cañas y el Madrid de siempre.

Bareto, lo nuevo del grupo Barbillón, recupera la mítica cervecería madrileña donde se gestó la Generación del 27.

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Entre los últimos años de la década de los 20 y los primeros 30 del siglo pasado, un grupo de escritores y artistas comenzaban a reunirse en los cafés madrileños. Ellos, muy jóvenes entonces, mantenían una tradición muy de la capital que provenía de generaciones previas, principalmente modernistas y “noventayocheros». Aunque no fue el único lugar de encuentro, los primeros contertulios del 27 disfrutaban de las tapas y el ambiente de la Taberna de Correos, que hoy se recupera con el nombre de Bareto.

Ubicado en el número 55 la calle Alcalá (junto a Cibeles), Bareto rescata la esencia del bar del Madrid de siempre. A cualquier hora de cualquier día, la carta de este nuevo/viejo local incluye las recetas más típicas de las tabernas capitalinas: torreznos, bravas a la madrileña, gildas o el tradicional montado de calamares alternan con las cañas, vermús y vinos de toda la vida. Igual que los integrantes de la camarilla lorquina, los madrileños (y visitantes) del siglo XXI podemos gozar de nuevo de las barras de mármol de antaño, de los aperitivos sin hora de vuelta o de la penúltima antes de echar el cierre.

Tras más de 100 años de existencia, un sinfín de avatares y un periplo de cambios de época, de dueños y de nombres, Bareto trae de vuelta un concepto de origen castizo, carente de normas ni reglas. Un homenaje al bar imperecedero, fruto de la complicidad de los hermanos Kike y Curro Sánchez del Amo (artífices del Grupo Barbillón) y el hostelero Nacho Horcajada (Barra y Mantel, Carallo, Nómada).

El local que ocupa Bareto, a un paso de la Puerta de Alcalá, fue la mítica cervecería donde Neruda escribía sus poemas y Lorca declamaba los suyos junto a Alberti, Celaya y un jovencísimo Miguel Hernández. Desde el pasado mes de enero permanece abierto todos los días, de 9 de la mañana a 2 de la madrugada. Se sirven tanto deliciosos desayunos tradicionales, dulces o salados, como tapas, montados, tostas, embutidos de lujo, frituras… E incluso marisco, como en los viejos tiempos. Las cañas con espuma (de esa espesa y bien tirada), los vinos a discreción de calidad, los espumosos para saborear solos o acompañados de ostras Gillardeau.

Su cocina es sencilla y tradicional y, además de tapas y picoteo, hay plato del día que cambia en función de la temporada. Cuenta, por supuesto, con terraza decorada con azulejos vidriados y hacer inoxidable, a cargo de Alejandra Pombo. Sobre tarima de madera, mesas altas y bajas permiten disfrutar de las mejores vistas del llamado Paisaje de la Luz: Alcalá, Cibeles, Casa América y Banco de España.

Bareto es puro Madrid, un sitio sin pretensiones al que no se va, sino que se vuelve. En su manifiesto, porque lo tiene desde antes de ser fundado, sobresale ese firme propósito de ser bar de los de toda la vida: ese lugar donde tiran las cañas bien frías cuando aprietan los 40 grados a la sombra en Madrid y con ese caldo en temporada para atemperar el cuerpo cuando el frío corta. Es el lugar que recomiendas con orgullo a tus amigos de otras tierras y al que vas con los de aquí.

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