Madrid sabe a Mahou.

La historia en el sabor de una cerveza con cuerpo castizo.

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Dicen que las ciudades tienen alma y un corazón que late al calor de la emoción de sus gentes y algo de cierto debe haber en esto porque, de no ser así, todas las ciudades serían iguales y la realidad es que no lo son; cada una tiene su historia y sus cosas, sus aromas e incluso sus sabores; las hay que saben a mar, arte y creatividad, como Cadaqués, unida en nombre y alma a su Dalí; otras saben a romance, a amor eterno confesado en la última planta de una torre de aire nostálgico e industrial, como París en su Torre Eiffel; las hay que saben a los suculentos restos de un banquete que fue un día un imperio incontestable y que hoy ilumina su historia con un capuccino entre las manos, como la bella Roma junto a su Coliseo.

Y hay otras que impregnan todos sus rincones de notas de cata únicas, inconfundibles de hace unos 125 años a hoy en día, hablamos de Madrid, una ciudad que sabe a malta, a lúpulo y a levadura, ingredientes esenciales de la clásica de Mahou, una cerveza que nació en Madrid para dar desde entonces a la ciudad un sabor nuevo y diferente, único, propio, sólo matizado por las variedades de Mahou que siguieron a aquella primera, fermentada artesanalmente en la factoría de la calle Amaniel y encerrada después en botellas selladas con un tapón de corcho que recorrían las calles haciendo de su sabor el de la ciudad. Porque Mahou siempre ha acompañando y promovido la gastronomía y la hostelería local, celebrando la diversidad de los barrios madrileños.

Sencilla, inclusiva, con bagaje, vital y auténtica. Como el mismo Madrid.

Madrid sabe a Mahou desde entonces hasta hoy, «es historia, tradición, innovación y calidad cervecera«, y es que Mahou es uno de los símbolos de esta ciudad viva y eterna que esconde, de cerveza en cerveza, infinitos rincones secretos; rincones como el Madrid más romántico en Madrid in love, el más ecológico en El Jardín del Ángel de la Calle Huertas, el más saludable en el mismísimo Colegio de Médicos, el más palaciego y decorado que es Manzana Mahou y está en la Calle Hortaleza, y el de mejor bouquet en la Calle San Blas y en las bodegas del mismo nombre que son, además, las más antiguas del centro de Madrid.

Cabe que parezcan rincones impropios para tomarse una cerveza pero ha sucedido en todos ellos, lugares tan madrileños que comparten historia con el sabor de una Mahou en los que algunos pocos afortunados han podido aprender, disfrutar y degustar lo que hay detrás de la más castiza de las cervezas. Y no nos sorprende porque Madrid sabe a Mahou como Mahou sabe a Madrid, porque la historia de la ciudad se escribe también en malta y lúpulo y se recorre en esas mismas notas de cata porque, hacerlo de otro modo, es restarle sabor y encanto a la visita, es perderte un sabor de hotel de lujo y cinco estrellas con un punto, imposible negarlo, un tanto canalla… Si quieres más información la encontrarás aquí. Y siempre en su facebook, su twitter, su instagram

Más información sabormahou.com

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