Burbujas oníricas.

Perrier-Jouët se alía, de nuevo, con el diseño y presenta ‘El árbol encantador’.

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Su botella, dentro de la sencillez de un objeto tal, es en sí una propuesta bella. Sobre el verde, destacan las célebres flores blancas. Y la herencia del Art Nouveau y de la Belle Epoque, se asocia, irremediablemente, con este champagne. Con él se vinculan, además, nombres de carismáticos artistas que imprimen su sello a creaciones en torno a ella; es decir, en torno a esa botella verde sembrada de flores y la liturgia de disfrutar de las burbujas más sedosas.

El último en sumarse a la nómina es Tord Boontje. El holandés imaginó un árbol de cuyas ramas, seis para ser exactos, surgieran espacios en los que descansaran las copas. En la base, se sitúa la cubitera, que preserva la frescura del champagne. Bautizada como ‘El árbol encantador’, su singular escultura permite degustar el champagne de otra forma. Sí, con un punto elegante y, por qué no, singular.

La colaboración de Perrier-Jouët y Tord Boontje tiene sus raíces en una visión compartida de la naturaleza, el Art Nouveau y la artesanía. Utilizando la primera como fuente de inspiración, el diseñador crea un mundo mágico en honor a la primavera con formas florales que fluyen a través de un árbol de oro.

Fiel a la filosofía del Art Nouveau, esta obra aplica un enfoque contemporáneo a los materiales empleados, siempre tratados de forma artesanal como las ramas de metal hechas a mano, las hojas soldadas individualmente o sus anémonas lacadas en blanco.

La pieza forma parte de la colección privada de la Maison Belle Époque, en Èpernay, con 200 piezas originales del Art Nouveau.

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