Matilda y Mathilda.

Érase una vez la historia de una pequeña lectora tan lista como la Matilda de Roald Dalh y tan... ¿decidida? como la Mathilda de Mary Shelley.

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Matilda paseaba algo aburrida por la sección de literatura infantil en la que le permitían moverse libremente pero, poco a poco, como sin darse cuenta y al despiste, se alejaba un paso de los cuentos infantiles y de las novelas fáciles de leer atraída por otro tipo de lecturas; su madre la vigilaba por el rabillo del ojo y le permitía, sin que ella se diera apenas cuenta, que fuese más allá de los límites (tanto espaciales como literarios) que habían establecido previamente; sonreía después cuando Matilda regresaba a la sección de literatura infantil como si nunca hubiese salido de ella, lo hacía con la misma inocencia fingida con la que hurtaba algún que otro dulce de la nevera.

Así eran sus visitas habituales a la librería más grande de la ciudad y así fueron unas semanas más, hasta que sucedió lo que cabía esperar: de una de sus incursiones más allá de los libros infantiles Matilda regresó con un pequeño tesoro entre sus manos: Mathilda.

Matilda tenía 11 años pero había leído más que muchos jóvenes que le doblaban la edad, era la más pequeña de tres hermanos y, según reconocía su madre, más lista que los dos mayores juntos a su edad; al principio, cuando vio el libro elegido por la pequeña, su madre no estaba por la labor de comprárselo pero Matilda no estaba dispuesta a renunciar: ‘mamá, ya me he leído a la otra Matilda 20 veces, yo no tengo 5 años y ya no me hace gracia la señora Trunchbull‘ sentenció decidida; su madre trató de explicarle que, aunque ya no fuese tan pequeña como para ser la Matilda de Roald Dalh, no era lo suficientemente mayor para ser la Mathilda de Mary Shelley, algo que su hija sabía que ocurriría: ‘¡anda que no!‘ le espetó ‘así que puedo ver esas cosas asquerosas, horribles y espantosas que salen en el telediario de la tele que siempre pone papá mientras comemos y no puede leer un libro porque hay un incesto?‘; su madre palideció por un instante y se sentó junto a la niña en un rincón de la librería.

Le preguntó a la niña¿pero tú sabes lo que es un incesto? y su hija la miró casi compadeciéndose de la inocencia de su madre… ‘mamá‘ le dijo ‘eso también sale en el telediario de la tele.

Cogió el libro que la niña tenía todavía en sus manos y lo abrió, era una edición muy sencilla, sin apenas ilustraciones, al hojearlo lo recordó bien… lo cierto es que, si bien el incesto se covierte en el hilo conductor de la historia, nunca llegó a suceder y no era esa su preocupación acerca de aquella historia; era una historia triste y cruel que narraba la vida de una joven solo unos años mayor que su hija (claro que eran otros tiempos…) y era, además, en gran medida, la vida de Mary Shelley… Mientras pensaba en qué hacer la pequeña Matilda cayó en la cuenta…¡mamá!‘ dijo gritando en bajito ‘si además de ésta yo ya he leído Frankenstein! ¡sé quién es Frankenstein desde que era pequeña y era un zombie hecho de trozos de muertos eh!.

Su madre la miró entre la angustia y la desesperación ¿de dónde había salido aquel espíritu  gótico y romántico que tenía por hija?, para entonces ya sabía que no podía negarse a comprarle la pequeña novela pero le puso una condición: muy bien‘ le dijo ‘nos llevamos a Mathilda pero la leeremos juntas y, cuando la terminemos, hablaremos tú y yo, pequeño trasto, de ésta‘… señaló entonces el retrato de Mary Shelley en la contraportada del libro ‘y también de su madre e incluso de su padre‘ añadió más para sí misma que para la pequeña que sonreía feliz con su Mathilda entre sus manos.

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Matilda. Roald Dalh – Novela del mítico escritor de literatura infantil y juvenil llevada al cine con gran éxito con Danny DeVitto en el papel del terriblemente ignorante padre de Matilda.
Mathilda. Mary Shelley – Novela de la mítica autora de Frankenstein que no vería la luz hasta décadas después de su muerte. Su padre, editor de Frankenstein, se negó a editarla.

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