Filomena.

Érase una vez la historia de un animalito blanco que respondía, cuando quería responder, al nombre de Filomena.

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¡Filomena! Filomena deja de joder con la pelota ya… Al oír aquel improperio despistó la vista de la calzada porque no pudo evitar girar la cabeza para descubrir si había algo de mofa y guasa en aquella expresión o todavía quedaba alguien en España que ponía de nombre Filomena a una criatura; sonrió a ver que la frase iba muy en serio… y que Filomena era una pequeña perra blanca como la nieve pero para cuando volvió mirar a la calzada ya era tarde, ya estaba pisando una pequeña placa de hielo y patinando a lo Javier Fernández pero con mucho menos estilo… estilo que recuperó cuando levantó sus posaderas del suelo, se sacudió la nieve y siguió caminando.

Pero al parecer Filomena y el muchado que la llamaba insistentemente seguían sus pasos y el animal pasó a su lado corriendo sobre la nieve y entre los coches cruzados sobre la calzada mientras el chico seguía voceando ¡Filomena! ¡Filomena! ¡Filomena no jo…!.

Una mujer mayor, muy mayor, se asomó al portal de un piso bajo; se quedó mirándola porque por un momento pensó que la buena mujer iba a aventurarse sobre la nieve pero enseguida se dio cuenta de que no era así, calzaba zapatillas de estar en casa, abrigadas, pero zapatillas; ¡Filomena! voceó de nuevo el joven al que su mascota parecía empeñada en abandonar y fue la mujer mayor la que estiró la cabeza y miró hacia la zona de la calle de la que venía la voz tratando de agudizar el oído. Ella se quedó a tres pasos de la escena… El joven pasó corriendo sobre la nieve y, en cuanto pudo echar el guante a Filomena, la sujetó con la correa y la cogió en brazos, la perrita debía estar ya cansada de tanto juego de pelota porque no trató de zafarse e incluso lamió la cara del muchacho.

Para su sorpresa el joven acercó al animal a la señora mayor quien le agradeció efusivamente que hubiera sacado a Filomena a pasear ¡lo que le gusta la nieve a la condenada! dijo¡anda para casa! ¡tormenta tenía que haberte llamado!.

No importaba que la mujer mayor tuviese puesta, y bien puesta, su mascarilla, bastaba verle los ojos para saber que sonreía a pesar de que la revoltosa Filomena se había saltado de sus brazos arrastrando la correa y saltaba sobre la nieve frente a la puerta, eso sí, sin alejarse, como si la voz de su dueña fuese un reclamo al que no podía dejar de responder aunque fuese a cierta distancia.

Se acercó con cierta prudencia y ofreció su ayuda a la anciana visto que el joven que había paseado a Filomena ya se había marchado, no se preocupe, le dijo la mujer sin dejar de mirar a la perrita Filomena y sonreir con los ojos, esta joyita no se irá lejos.

¿Ha visto qué alegría? añadió y por el gesto de sus manos se dio cuenta de que no se refería a su Filomena, debió de ver cierto desconcierto en su cara porque se carcajeó tras la mascarilla y aclaró si es que los jóvenes conocéis poco refranero y así os pasa: año de nieves, año de bienes, querida… ¡año de bienes!.

Esperó a que Filomena decidiera hacer caso a su dueña y ésta la metiera en casa asegurándose así que la revoltosa mascota no se escapaba antes de continuar su camino nevado de regreso a casa… año de nieves, año de bienes, pensaba mientras caminaba sin dejar de mirar al suelo y asegurándose de que no patinaba de nuevo… claro que también dicen que aquello de ‘novia lluviosa, novia dichosa‘ y recordaba perfectamente las lágrimas de su hermana el día de su boda, vestida de blanco bajo la lluvia… por no hablar de lo que había durado aquel matrimonio pero ¿y si esta vez el refranero estaba en lo cierto? y si no lo estaba ¿qué mal hacía creerlo durante un rato? desde luego vivir la nevada a cara de perro no ayudaría….

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