45.
Érase una vez la historia de una noche y 45 canas nuevas...
45 tiene mala rima. Por lo demás no parece un mal número. Tampoco uno bueno. Dicen que todo depende del cristal con que se mire. Funciona igual con los números. Y el 45 tiene mala rima.
Eran las 3.45 de la madrugada. Buena o mala hora según para qué. Como todo. Pero con peor rima. Era sábado pero ella no tenía ya ganas ni cuerpo de noches de fiesta. Sus fiestas eran otras, tan desveladas como las de sus 25 (años), más intensas e incluso más extensas y sin duda más vitales.
Duermevela. Madrugada. Y un soniquete que suena como en otro lugar, como en otra casa o en otra vida. Como en sus sueños… o en sus pesadillas. Despertar.
Abrió un ojo y vio la hora ¡Jesús qué sueño! Y ya más en vela que durmiendo oyó de nuevo aquel lejano soniquete. Ahora, tal vez porque ya estaba de regreso del mundo feliz en el que dormía inconsciente, más alto y más claro, más urgente, más apremiante. 45. Que hablando que glucemia es poco, muy poco, casi nada, es desfallecer, es temblar, es…
Saltó de la cama al tiempo que el corazón le saltaba del pecho, el estómago ocupaba un lugar nuevo junto a sus amígdalas y volaba hacia la habitación de al lado.
-¿Estás bien?-
-Sí. Pero bajo-
Azúcar, 15 gramos. Vaso de agua. Esperar. Y la alarma que reza ‘solicite atención médica urgente’ y 45 que ya son 42 y los minutos que pasan lentos, muy lentos.
-¿Estás bien?-
-Sí. Bien-
47, 52, 74… Y respirar profundo. Sentir que el corazón vuelve a su sitio, que el estómago rebota buscando el suyo, que te tiemblan las manos, que las lágrimas quieren fluir, que el peligro pasa pero el susto se queda…
Un vaso de leche.
-Duérmete-
-Sí. Tú también.-
Sí. Mañana. Tal vez.
4.45, mala rima y una idea. ¿Buena o mala? A saber… Pero si a Joyce un día le dio para 700 páginas a ella una sola noche podía darle, al menos, para un cuento corto, casi telegráfico, solo para dejar constancia de lo jodida que se pone a veces la vida en horas con mala rima… o con sueños profundos.