Para.
Érase una vez la historia de un mal sueño que escondía las respuestas que había buscado durante semanas...
Para, espera, mira, quieto, escucha, detente. Ni un paso más. Clávate al suelo. Observa… y piensa.
Su sueño era inquieto, revuelto, nervioso, caótico, de mil colores y filtrado en blanco y negro, como si fuera un mundo del revés, su mundo al revés.
Palabras sueltas se colaban en su sueño, algunas verbalizadas a voz en grito, otras convertidas en un susurro apenas perceptible; rostros ajenos parecían volar por su cabeza como si de un mundo onírico se tratara y entonces comenzó a ver otros que le resultaban más familiares, queridos incluso; la inquietud crecía y crecía aunque no veía nada temible, sólo caos, sólo ruido, sólo voces.
Cuanto mayor era la inquietud mayor era la necesidad de silencio, más grande era su deseo de acallar las voces, de deterner el caos, de parar… para.
La inquietud se iba convirtiendo en miedo pero no lograba identificar la razón de aquel sentimiento que la atenazaba, una sensación terrible que hundía más y más sus raíces en su corazón y transtornaba su cabeza. Pero cuando mayor era el miedo mayor era también la certeza de que tenía que detener aquella espiral absurda en la que se había visto envuelta.
Para, espera, mira, quieto, escucha, detente. Ni un paso más. Clávate al suelo. Observa… y piensa.
Respiraba a duras penas, como si llenar sus pulmones fuera casi imposible y a la vez el único modo de detener la angustia que parecía viajar por su torrente sanguíneo y entonces comenzó a identificar algunas de las palabras que a voz en grito o en terrible susurros se repetían en su cabeza: independencia, libertad, traición, cobardía, irrealidad, mentira, manipulación, culpable, cárcel…
El movimiento de los rostros que volaban por su cabeza se fue ralentizando y pudo ver como cada uno de ellos gritaba o susuraba una palabra, el caos pareció ordenarse pero los rostros y las palabras seguían dibujando una espiral cuyo centro, su corazón, parecía ya un inmenso agujero negro que parecía tragarse su vida entera, su alma, su cabeza, su ser…
Para, espera, mira, quieto, escucha, detente. Ni un paso más. Clávate al suelo. Observa… y piensa.
Y entonces un estruendo inmenso la despertó sacándola de su pesadilla; se sentó en la cama, sin resuello y recorrió con la mirada su habitación asegurándose de que todo seguía en su lugar; el ruido que le pareciera un estruendo se alejaba, no era más que el camión de la basura.
Se levantó y bebió un gran vaso de agua antes de volver a la cama, sólo eran las 6 de la mañana. Y era domingo. Se arropó ya tranquila, con el alma serena y su convicción intacta; la pesadilla le había robado una noche de sueño placentero y reparador pero había dejado a su paso la respuesta a la deriva extraña en la que había entrado el mundo, su mundo:
Para, espera, mira, quieto, escucha, detente. Ni un paso más. Clávate al suelo. Observa… y piensa.
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Piensa, piensa, piensa… piensa tú, por ti y desde ti, cuestiónalo todo, no te conformes con razones ajenas, busca las tuyas… y aléjate de las espirales infinitas.