El mejor brandy se bebe en Manhattan.

Paladear un armagnac Darroze de 1945, un coñac Pierre Ferrand de 1914 o un whisky Sinlge Malt Springbank de 1969 no tiene por qué ser una utopía. Tan solo es necesario estar en Manhattan, concretamente en Tribeca y acercarse al Brandy Library, el local especializado en bebidas espirituosas con estilo más interesante de Nueva York.

Con la entrada reservada para mayores de 25 años, es un local a la antigua usanza, pero que no destila un excesivo aire ‘vintage’, sino más bien el clasicismo de las cosas bien hechas. Por supuesto, es imposible encontrar en otro lugar del país tal cantidad de brandies, o una propuesta que supera el centenar de cócteles en los que participan espirituosos que muchos solo tendrían bajo llave y cuatro candados en la mejor de sus vitrinas, de las rarezas que son.

Además, acompañan sus copas con algunos bocados igual de «decadentes», en palabra de sus propietarios, que su catálogo de botellas. Así, creme brulee, eclairs recién hechos, un foie-gras curado con coñac o un Malai Tikka son algunas de las exquisiteces que proponen para completar el ‘after work’… o las clases de introducción y cata que ofrecen regularmente.

Abierto hace ocho años, se han especializado en albergar pequeñas fiestas privadas, así como en poner lo mejor del jazz. Además, todos los lunes, música en vivo hasta la medianoche nos permite comenzar con mejor cara la semana. Es el único día que no se hacen reservas. Para el resto de la semana, mucho mejor si se pide con antelación un poco de espacio, en grupos de hasta seis personas.

No hay un código de vestimenta, pero al estar todo decorado de modo que recuerda a una librería de una mansión antigua, aquí prefieren que se venga medianamente arreglados y que se cuide también el comportamiento, el volumen de las conversaciones y la camaradería entre clientes. No por nada, el degustar en armonía un buen brandy lo merece y exige.