La Maruca: Saborear la brisa del Cantábrico.
Una pequeña porción de Santander servida en Madrid.
La calle Velázquez huele a mar y a norte. En el número 54 se escuchan las olas romper contra las rocas y el viento salino despeina el cabello. La Maruca es Santander, en costa y en interior. Es la hermana pequeña de Cañadío, en versión informal y asequible; el nuevo proyecto de Paco Quirós y Carlos Crespo en el que es casi imposible encontrar mesa.
La sencillez impera en la cocina. También lo hace el buen producto y los sabores puros. Las anchoas de Santoña con pimientos de Isla, la ensalada de tomate y bonito del norte, la ensaladilla rusa con copete de anchoa, las rabas, los buñuelos de brandada de bacalao, un finísimo canelón de poularda y foie… Las recetas, elegantemente presentadas, hablan por sí solas de la tradición culinaria que refleja la carta. La leche frita y la tarta de limón aumentan el buen sabor de boca en un dulce final.
La Maruca es, además, un multiespacio de diseño que no deja indiferente, y que acompaña a la idea de local abierto desde el desayuno a la cena. Su terraza para el buen tiempo, su barra de ricos pinchos, sus dos comedores y su zona de copas responden a una idea de modernidad, al hilo del servicio de los platos, y a la inspiración de mar y tierra que se refleja en su amplitud y en las fotografías que la plasman.
Al fin y al cabo, La Maruca es eso, una pequeña porción de Santander servida en Madrid con un aderezo exquisito.