El Tinterillo de Málaga.

Espetos de sardinas, "pescaíto" frito, el pregón de los viejos barrios pesqueros y toda la alegría malagueña acaban de llegar a Madrid.

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En el número 32 de la Carrera de San Jerónimo nadie toma nota de lo que vas a comer. No. No hay camareros armados con bolígrafo y libreta esperando impacientes tu elección mientras te agobias indeciso entre la infinidad de opciones de la carta. Tampoco hay confusiones, “disculpa, este plato no lo pedimos nosotros”, ni retrasos… No. Porque en el Tinterillo de Málaga el que no corre vuela y casi al vuelo es como eliges tu menú. Pero, ¿cómo?, te estarás preguntando. Pues de la manera más divertida y original que hayas visto jamás.

Bueno, salvo que seas malagueño y hayas disfrutado alguna vez del mejor “pescaíto” frito servido con todo el arte de El Tintero.

Y es que a la voz del “pregón” de los camareros, que salen de la cocina cargados de riquísimos platos en un alarde prodigioso de equilibrio y buenos brazos, sólo has de levantar la mano para hacerte con la rosada y las coquinas, los boquerones «al tintero», la pescadilla –ojo, la auténtica, ¡“la que se muerde la cola”!– y ¡“er manda huevo”!, especialidad de la casa a base de chanquetes, pimientos asados y huevo frito. Tampoco debes dejar de probar sus deliciosos “espetos”: sardinas asadas a la manera tradicional de los barrios pesqueros sureños. En cuanto a la cuenta, ¡son los platos los que cuentan! ¿Que te has tomado cinco? Pues cinco. ¿Que más? Pues más. El único límite es tu apetito.

Además de tan divertida subasta, su nombre encierra una bonita historia. Una historia que empezó hace mucho tiempo, cuando las redes de pesca aun eran de algodón y se tintaban con alquitrán para evitar que el salitre las estropeara. Y a tintar redes se dedicaba el bisabuelo de estos pioneros, hasta que llegaron las acrílicas desbaratando el negocio. Así, el viejo tintero del malagueño barrio de El Palo pasó a convertirse en taberna, aunque quiso conservar su nombre. Ya estando al frente su nieto, un buen día el barcito se llenó y la única manera que “El Nono” encontró para satisfacer a su clientela fue sacar todo el pescado que había en la cocina. ¡Y deprisa! A ver, ¡quién quiere calamares, boquerones, sardinas…! pregonaba por el bar. Hoy, el hijo de “El Nono” y sus primos nos han traído a Madrid ese pedacito de mar con toda la esencia y el salero malagueño, el cariño, la tradición de su “tintero” y, por supuesto, el mejor pescado de su tierra.

Eso sí, reserva. Pues a pesar de los metros cuadrados, el barco del “Tinterillo” se llena hasta la bandera, sobre todo los sábados cuando los cantaores animan la cena con su nota flamenca. Inolvidable.

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C

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