Ni come ni deja comer ‘El perro del hortelano’ lidera los clásicos del otoño madrileño.
Helena Pimenta abre la temporada de la Compañía Nacional de Teatro Clásico con una de las comedias más frescas y atrevidas de Lope de Vega.
Bienvenido al laberinto. En el centro está Diana, condesa de Belflor, buscando la salida. Alrededor pasillos, salas, galerías llenas de sombras, secretos, murmullos, trampas, traiciones… y deseo. Así presenta Álvaro Tato su magnífica versión de El perro del Hortelano. Una de las comedias cumbre de Lope de Vega que ocupa el escenario del Teatro de la Comedia desde el pasado 19 de octubre. Escrita entre 1613 y 1615, la obra destaca por la originalidad de su estructura, la construcción de los personajes y la belleza del texto. Además del conflicto social en torno al amor —ella aristócrata, humilde él—, el Fénix retrata un panorama variopinto de situaciones que se desarrollan entre ambientes palatinos y callejeros de un Nápoles de época.
Urbana o palaciega; aristocrática o popular. Cuando el genio y el ingenio mandan, las etiquetas carecen de importancia. Es lo que ocurre cada vez que uno entra en el mundo literario de Lope de Vega. Maestro de la palabra y máximo exponente del teatro barroco español, sus obras rezuman lirismo, brío, intensidad. Un torrente inagotable de chispa y agudeza que lleva a la cumbre a través de la comedia. Aunque cultivó todos los géneros literarios de la época, Lope es mucho Lope a la hora de poner en escena el humor, la sátira, la burla, la vida. La suya, agitada y azarosa; la de su tiempo, con todos sus tópicos patas arriba.
El perro del hortelano es una espléndida obra donde sobrevuelan la envidia y los celos de una protagonista que se comporta como tal, ni come ni deja comer. Pero es sólo una de las muchas líneas dramáticas que se entremezclan en este intenso enredo amoroso. Dudas, sufrimiento y desamor. Pero también honor, destino, traición, ilusiones, osadía, ambición fluyen por una trama plena de contrastes y peculiaridades que la hacen única. Lope obra el prodigio de componer una comedia labrada meticulosa y profundamente, mediante unos recursos espacio-temporales, de lenguaje y versificación, de contexto y de procedimientos serios, cómicos y fantásticos que atraviesan los rincones más ocultos y humanos de la experiencia de la educación sentimental, explica Elena Pimenta, directora de la obra y de la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
Pimenta, que en su día interpretó a la condesa de Belflor, lidera una obra que conoce al dedillo. Una versión de Álvaro Tato fiel al original de Lope, a la comedia y al teatro. Todos los cambios, injertos y supresiones pretenden salvar los obstáculos del paso del tiempo sobre el idioma, para que el espectador pueda comprender cada verso sin perder el aroma de época y disfrutar a fondo de este divertidísimo viaje al laberinto de nuestros propios deseos.
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En cartel hasta el 22 de diciembre en el Teatro de la Comedia (Madrid). En febrero de 2017 iniciará su gira por todo el territorio nacional que finalizará en Almagro.