La carrera no finaliza hasta la meta.
Antes de nuestro último suspiro, sopesaremos el valor de los objetivos que perseguimos en vida, sin importar demasiado si los alcanzamos.
En muchas ocasiones vitoreamos al que va el primero, lo que le da ánimos, y a los demás les remarca la distancia que mantienen con esa primera posición transitoria, porque no podemos olvidar, que no gana quien va primero durante la carrera, sino quien atraviesa en primer lugar la línea de meta, él es el campeón. Y en muchas ocasiones no es el que se ha mantenido a la cabeza.
El saber que en algo no estamos destacando notablemente, y oír incluso que los vítores van hacia otras personas, nos desanima, y en más de una ocasión hace que pensemos incluso en abandonar, olvidando justo lo mencionado en el párrafo anterior. Es crítico recordar en estos momentos, que la meta es quién da la victoria, y que además, en la carrera que supone la vida, hay muchas metas, y lo mejor de todo, es que la verdadera meta nos la proponemos nosotros, no viene impuesta desde fuera por otras personas, por lo que tenemos la posibilidad de elegir una meta en la que podamos ganar, eso sí, la disfrutaremos mucho más si nos retamos con una meta con la que tengamos que esforzarnos, y que saque lo mejor de nosotros.
El peligro es, correr carreras bajo los criterios de metas de otras personas, porque además, es muy frecuente que logremos lo que logremos, desplacen la meta más lejos, y que en consecuencia nunca la alcancemos, ya que hagamos lo que hagamos nunca será suficiente. En verdad no es una carrera justa, es una trampa. Habitualmente estas personas, ni siquiera son consciente de estar desplazando la línea de llegada, y es muy probable que crean que lo hacen por ti, y sencillamente solo están gestionando inadecuadamente la motivación y las expectativas creadas.
Que alcances un objetivo no significa que te relajes, siempre puedes ponerte posteriormente un objetivo más lejano, más retador. Pero es de vital importancia, que en ese intervalo entre el logro y el nuevo reto, celebres lo obtenido, el esfuerzo dedicado, y fijes en ti, a nivel celular si es preciso, de lo que eres capaz, para que esto te de energía y foco para tu nuevo objetivo.
Recuerda siempre que cuando lleguen los días finales de la larga carrera de la vida, nos evaluaremos a nosotros mismos por las metas que nosotros nos hemos marcado, no por las que otros querían, y ese, es el más sincero tribunal al que nos enfrentaremos jamás en vida. Por lo tanto, decide en qué carreras quieres correr, qué metas quieres alcanzar, por ti mismo, sin importar lo que otros puedan querer. Si tanto las quieren, que las corran ellos.