Tolerandia.

Tolerandia era un pequeño y discreto país del que en ningún lugar del mundo solía tenerse noticia...

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El Presidente de Tolerandia colocó los papeles sobre el atril y ajustó el micrófono a la altura de su boca, se disponía a hacer una declaración institucional que cambiaría el futuro de su país, lo hacía ufano y orgulloso, seguro de estar creando un nuevo y maravilloso mundo para sus ciudadanos, unos ciudadanos que esperaban su discurso con curiosidad y temor pues desde el Palacio Presidencial se habían filtrado algunas de las medidas que entrarían en vigor aquel mismo mes de diciembre…

En primer lugar, en Tolerandia, haciendo gala del espíritu acogedor que nos representa, nos abstendremos de felicitar la Navidad, de este modo no ofenderemos a nuestros vecinos no cristianos; retiraremos todos los belenes y símbolos religiosos de los espacios públicos con el mismo fin y, si bien se respetará la libertad de cada ciudadano de celebrar en la intimidad de su hogar las fiestas que tenga a bien festejar, se recomienda discreción para no enturbiar el día a día de quienes no tienen nada que celebrar.

En segundo lugar, en Tolerandia, haciendo gala del espíritu natural que nos representa, retiraremos todas las iluminaciones navideñas colaborando así a la reducción de la huella de carbono de nuestro país en el mundo; se mantendrá la iluminación justa y necesaria, tenue y siempre limitada, para mantener cierta seguridad en las calles incluso en las horas nocturnas y que todos y todas podamos volver solos a casa.

En tercer lugar, en Tolerandia, haciendo gala del espíritu animalista que nos representa, quedan prohibidas no solo las mascletás sino todo tipo de espectáculo pirotécnico sin excepción alguna por las molestias que esos eventos causan a nuestros compañeros de cuatro patas.

En cuarto lugar, en Tolerandia, haciendo gala del espíritu tolerante que nos representa tanto como para dar, además, nombre de nuestra tierra, quedan prohibidos todos los espectáculos y mercados callejeros así como las representaciones musicales en plazas públicas como símbolo de respeto hacia quienes viven en sus alrededores.

Y en quinto lugar, en Tolerandia, haciendo gala del espíritu de los cuidados que nos representa, queda prohibida toda exhibición pública de alimentos que puedan resultar atractivos para aquellos que ya sea por razones religiosas o de salud no pueden degustarlos, esta prohibición no afecta exclusivamente a los productos procesados, al alcohol y al tabaco sino también a todo tipo de dulces para seguridad de diabéticos y celíacos, y todo tipo de jamón por respeto a quienes no pueden degustarlo.

De este modo, queridos ciudadanos, Tolerandia hará honor y gala de su nombre y su esencia, mostraremos de modo si cabe más notable nuestro afán acogedor, respetuoso y tolerante con nuestros vecinos sean quienes sean, sean como sean; las ofensas pasarán a formar parte de la historia negra de nuestro pasado.

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Papá, preguntó el pequeño Daniel a su padre, ¿por qué cuando llega diciembre y nos paseamos todos como locos por media Europa cantando villancicos, de mercadillo en mercadillo y poniéndonos morados de dulces nunca paramos en Tolerandia? ¿No es un país seguro?

Uy sí, respondió su padre, es probablemente el país más seguro del mundo, no hay país en el mundo en el que se respete más a todos que Tolerandia.

Daniel se quedó pensativo… ¿y por qué no paramos nunca?

Porque también es el país más aburrido del mundo, respondió su padre, dicen que quienes viven en Tolerandia nunca sonríen y que quienes lo visitan… se vuelven tristes para siempre…

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