Libro.

Érase una vez la historia de un libro que hacía biblioteca... y libertad.

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-Libro, luego existo-, pensó mientras elegía uno más… y había perdido ya la cuenta de cuánto había ampliado su biblioteca en tres visitas en tres semanas a la Feria del Libro de Madrid. Eran sus pequeños nuevos tesoros y disfrutó tanto colocándolos en la estantería como disfrutaría leyéndolos para dolor de Marie Kondo, la iluminada organizadora que no admitía más de 30 libros por casa por aquello de dios-sabe-qué-orden.

Y es que cada libro que llegaba a su estantería (y por extensión a sus lecturas) ocupaba un nuevo espacio físico y liberaba otro emocional, enriquecía su imaginario particular, abría puertas y ventanas, iluminaba, daba nuevas razones al tiempo que borraba sin razones y creaba caminos para lógicas nuevas.

Seguía sonriendo cuando se tumbó sobre el sofá viendo como las cortinas se inflaban como velas gracias a la fresca brisa que se colaba por la ventana abierta, le encantaba jugar con las palabras y se había entretenido jugando con una muy vieja y muy usada (muy leída incluso), Libroconjunto de hojas de papel, pergamino, vitela, etc., manuscritas o impresas, unidas por uno de sus lados y normalmente encuadernadas, formando un solo volumen-; con el libro existía pero sólo porque, antes de existir, leía y porque –con el libro me libro...- ¿de qué te libras? (se preguntó a si misma… y hasta se respondió); –¡me libro de tantas cosas! de ver cosas feas mientras miro a las letras para leerlas, de oir cosas si cabe más feas mientras entiendo las letras que he leído y, lo mejor, de sentir todas esas cosas tan feas porque ojos que no ven...-.

¡Cuánto más bonito y más listo era el mundo cuando se miraba a través de un libro! ¿de qué libro? uy… casi se atrevía a decir que de cualquiera… de todos los libros se podía aprender algo, todos los libros podían ayudarle a librarse de unas ideas, adquirir otras y afianzarse en ellas, modelarlas, hacerlas cada vez más suyas; y de repente tuvo claro con quién iba a pasar la tarde, con el rey de la ciencia ficción, ese que sabía del desastre al que nos encaminábamos de modo inconsciente e imperdonable…

Cuando leo acerca de la forma en que los fondos de las bibliotecas están siendo recortados y recortados, solo puedo pensar en que la sociedad americana ha encontrado una nueva forma de destruirse a si misma -Asimov-.

¡Qué gran amigo Asimov! ¡Qué buen compañero para las tardes de domingo… y las de cualquier día de la semana! Y qué cosas tan importantes y certeras nos dejó advertidas…

El anti intelectualismo ha sido un hilo constante que se abre camino en nuestra vida política y cultural, nutrido por la falsa nación de que la democracia significa que mi ignorancia es tan buena como tu conocimiento -Asimov-.

Cuéntame un cuento, genio… alégrame el día– se dijo mientras se acercaba a la estantería buscando un libro que comenzara con la A de Asimov.

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