Grinch.

Érase una vez una mujer que encontró el modo de sobrevivir a la blanca y dulce Navidad que detestaba sin convertirse en un Grinch...

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Se plantó frente al espejo y sonrió al observar su espantoso aspecto… Era Nochebuena y ese año no iba de verde ni de de broma, no era el Grinch de la Navidad; iba de monstruo horrible secuestra niños, era la antítesis de Santa Claus, primo hermano del hombre del saco… A su madre le daría un ataque y a ella también, pero el suyo de risa, como el de los trastos que tenía por sobrinos.

Hacía años que ya fuera por los avatares de la vida, el aburrimiento mismo o la asfixia inherente a todas las fiestas de obligado cumplimiento, había comenzado a detestar la Navidad, alguna vez se la había saltado por algún oportuno viaje de trabajo pero había llegado a verle el lado bueno al asunto…

En esas fechas podía plantar un abrazo a gentes (familia y amigos) con los que en otra época del año era difícil cruzarse y, además, lo mejor de todo era que había incluido en el belén navideño en el que se convertía su familia la figura del Grinch (para indignación de su madre, temor de sus sobrinos y carcajada del resto de la familia).

Como cada año su madre había creado el grupo en whatsappNavidad en familia‘ (un grupo del que huían todos el día de 6 de enero como del mismísimo diablo) y como cada año ella había advertido de sus perversas intenciones aunque en esa ocasión sorprendiendo un poco al anunciar que no sería el Grinch… (para regocijo de su madre).

Este año no seré el Grinch de la Navidad… seré el Krampus.

Un regocijo que duró lo que tardó en darse cuenta de que nada había cambiado, su hija seguía tratando de dinamitar su clásica y dulce Navidad (aunque al menos vendría a cenar en Nochebuena, algo que no siempre había ocurrido… se conformó con eso y preguntó ¿qué es eso del Krampus? sabiendo que no sería nada bueno).

La mayor de sus nietas, una preadolescente muy avispada, ya lo estaba buscando en Google y cuando su abuela vio las fotos del monstruo en cuestión se hizo cruces tres veces seguidas y preguntó mirando a la mayor de sus hijas ¿no vendrá tu hermana con esa pinta? la pregunta misma asumía lo que parecía evidente y lo que se confirmó menos de una hora después…

Lo cierto es que, por más que su madre se indignara (o fingiera indginación, eso es algo que sólo ella sabía), por más que los pequeños se asustaran un poco de verdad y un poco de mentira y por extraño que fuese tener un Krampus en casa en Nochebuena, hubo mucha fiesta y muchas risas, incluso ella, el Grinch de la Navidad de todo corazón, se lo había pasado en grande y había confirmado también algo que era ya, a sus ojos, una evidencia: si no puedes con el enemigo únete a él… pero no dejes de combatirlo jamás.

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