DANA. Nada.

Primero fue la DANA, después la nada… Primero el agua, el ruido, el caos... después el silencio y la nada.

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El cielo se desplomó sobre la tierra, los cauces de los ríos rebosaron, la fuerza del agua arrastraba todo lo que encontraba a su paso, desbocada, sin destino, sin canal que pudiera contenerla, sin muro que lograra retenerla; sonaban los truenos amenazando con más infierno, los relámpagos deslumbraban iluminando por un instante el desastre que se iba fraguando sobre la tierra; gritos, llantos, angustia, miedo, horror…

Mariela se echó al mayor a la espalda y cogió al pequeño en brazos, subió a la buhardilla de su casa, atrancó puertas y ventanas y rezó… no había luz ni red de teléfono, tampoco importaba mucho porque se había quedado sin batería, al menos tenía allí arriba un par de garrafas de agua, un pack de leche, unas cajas de gallegas y algunas latas de conservas ¿de quien había sido la idea de tener siempre una pequeña despensa en la buhardilla? Creía recordar que había sido cosa de su padre, después del Covid… retomó sus rezos pidiéndole a su padre que cuidara de ella y de sus niños.

¿Por qué le llamaban DANA? Su mente divagaba de forma absurda mientras los niños rendidos de cansancio dormitaban inquietos sobre el viejo colchón hinchable ¿Por qué antes gota fría? Era el infierno en la tierra, un infierno sin fuego pero con agua y granizo, con viento, frío y riadas arrolladoras ¿quién dijo que el infierno era fuego, calor y arder? Era agua y frío, era miedo, desolación y aquellos infames ruidos que jamás lograría quitarse de la cabeza.

Se acurrucó con los niños y esperó a que el desastre acabara de desatarse sobre la tierra, tan segura de que el agua anegaría el garaje como de que no llegaría a la buhardilla pero asustándose por momentos por los sonidos infernales que llegaban del exterior, golpes secos, chirridos e incluso lo que parecían gritos sonaban de fondo tras el golpeteo del agua en las ventanas y la riada corriendo calle abajo.

Pasaron horas hasta que la tormenta fue alejándose y llevándose con ella aquella sinfonía de ruidos que bien podía haber acompañado al fin del mundo; se colaba algo de luz por la rendija de la ventana y mientras el pequeño daba botes pidiendo desayunar y el mayor (que era en realidad  solo un poco menos pequeño…) cogía los briks de batido de chocolate y la caja de galletas, ella se atrevió a asomarse…

No dijo nada, solo se aseguró de que los niños se sentaban sobre el colchón a comerse sus galletas y ella, con el corazón en la garganta y tras asegurarse de que la cortina estaba bien cerrada, trató de bajar las escaleras para ver hasta dónde había llegado el agua… Tardó unos minutos en volver con los niños, se quedó en lo alto de la escalera viendo su casa convertida en un gran cubo de agua, barro y caos, sabiendo que lo habían perdido todo… y que estaban aislados en la buhardilla.

Cuando volvió con los niños vio que el pequeño seguía entretenido con su batido y sus galletas mientras el mayor estaba junto a la ventana, pálido, sin acertar a decir una palabra; fue junto a él y miró otra vez hacia fuera deseando haber imaginado lo que había visto hacía tan solo unos instantes: allí seguía el gran amasijo de barro, coches y a saber qué más pavimentando la calle, allí seguía aquel silencio húmedo, aquel terror ahogado, aquel dolor tan profundo que no alcanzaba a desatarse en rabia ni a emitir un grito.

-Vendrán a sacarnos- les dijo a los niños convencida de que sería así, –además tenemos agua, leche, galletas… no pasa nada, estaremos bien mientras esperamos, vendrán a sacarnos-.

Pasó la mañana, pasó la tarde, las partidas de oca y de parchís, el veo veo, el cuento que te gusta… y llegó la noche; nadie había llegado aun, nada parecía moverse fuera, arropó a los niños contándoles una historia de superhéroes y rescatadores y se acercó de nuevo a la ventana; no había luz, no veía nada, casi era mejor no ver nada…

Entendió entonces que tras la DANA lo que venía era… la nada.

¡Ojalá fuera tan fácil vencer a esa nada como a la de la Historia Interminable! ¡Ojalá con ponerle nombre a la Emperatriz Infantil fuera suficiente!

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La versión más personal de todos nosotros, los que hacemos Loff.it. Hallazgos que nos gustan, nos inquietan, nos llenan, nos tocan y que queremos comentar contigo. Te los contamos de una forma distinta, próxima, como si estuviéramos sentados a una mesa tomando un café contigo.

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